Sí: donde pisaba el caballo de Atila no volvía a
crecer la hierba. Es lo que dice la leyenda. Sin embargo, la caída del
Imperio Romano no se debió a una sola causa sino a varias y no pocas de
ellas se incubaron en el mismo seno de una sociedad incapaz de adaptarse
a los cambios (aunque quizás sí se adaptó y entonces se hizo
diferente). Hago este preámbulo, tan culto y tan así, para relativizar y
lubrificar el posterior análisis sobre cómo puede quedar Aragón tras el
paso del último gobierno PP-PAR. También haré una observación
consoladora: los bárbaros de entonces se integraron, las raíces de la
ciencia y la filosofía sobrevivieron, el arte renació... y volvió a
crecer la hierba segada por la galopada de los hunos. Consolémonos pues.
Los informes de la Cámara de Cuentas sobre el desbarajuste que reina
en la administración aragonesa van siendo publicados cual colección de
fascículos tenebrosos. Pronto habrá más revelaciones (quizás sobre el
IASS y el Salud). En el Pignatelli tiemblan y maldicen la hora en que se
les ocurrió poner en marcha un órgano fiscalizador, al que se suponía
incapaz de hacer algo más que marear las perdices con expedientes sin
importancia y ha resultado ser un censor implacable. Repito: en este
caso el órgano ha hecho la función, y su responsable, Antonio Laguarta, está crecido e imparable. Ha sacado de sus casillas a Fernando Gimeno
con sus apreciaciones sobre el deshueve contable en el Ayuntamiento de
Zaragoza. Pero lo de la DGA pinta mucho peor. Porque es en ese ámbito
institucional donde se ventilan los servicios e inversiones
fundamentales para la vida de todos los aragoneses. La sanidad, los
servicios sociales, la educación, la Universidad, las infraestructuras
determinan el presente y el futuro. Es todo eso lo que ahora está en
evidente riesgo de venirse abajo. Al margen de las denuncias de la
Cámara, los diagnósticos de organismos de todo tipo, las advertencias de
los expertos y las reacciones y protestas de los usuarios van poniendo
sobre el tapete una realidad inquietante.
Que sí, que Rudi recibió una mala herencia. Le
endosaron una situación con problemas. Ella dejará tras de sí algo muy
parecido a una catástrofe. Arreglar los rotos (concienzudamente
perpetrados por consejeros como Oliván o Serrat)
ha de requerir un esfuerzo ímprobo. O bien será preciso abandonarse al
fatalismo y dar por perdido lo logrado en treinta años de autonomía. En
ese periodo hubo aciertos, errores, sobrecostes, tontadas, apaños y
fallos. Pero lo de ahora pertenece a otra categoría. No es un mal
momento, es una auténtica conmoción. Esto lo reconoce en privado mucha y
muy variada gente, incluida la que luego, en público, les baila el agua
a la presidenta y los suyos, por aquello de seguir saliendo en la foto.
Es lo que hay.
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