Madrid y Barcelona (incluso Sevilla), son
ámbitos políticos enrevesados, traperos y peligrosos. Las puñaladas
están a la orden del día. Jefas y jefes se cuidan más de vigilar a los
suyos que a los adversarios. Los grandes partidos inician la jornada
dispuestos escenificar las más sucias peleas (internas, si puede ser).
El PSOE lo borda. CiU (la C por un lado y la U por otro) se luce. El PP
transita en medio del vendaval llamando negro a lo blanco y blanco a lo
negro. Los diarios mienten. TVE, crujida (como diría Susana Díaz) por las purgas, se convierte en una versión de Intereconomía pagada por todos. El otro día, David Trueba (inteligentísimo siempre) ironizaba sobre las respuestas de Esperanza Aguirre cuando la entrevistó Jordi Évole. ¿Fue lo de la la lideresa facundia, desparpajo... o desfachatez pura y dura? Tú me dirás.
Desfachatez es la palabra. Cuando Aguirre afirma tan guapamente que
el PP no ha reducido las inversiones en sanidad y educación. Cuando Ricardo Oliván,
gran jefe del Salud aragonés, anuncia en pleno colapso hospitalario que
las listas de espera se resolverán en unos meses. Cuando la presidenta
andaluza se pone patriótica. Cuando el portavoz del PP en el Congreso, Rafel Hernando, desparrama los más filosos adjetivos descalificativos sobre Pablo Iglesias
y su coleta tapándose los gürteles y los bárcenas. Cuando el ministro
de Hacienda saca su sonrisa más mefistofélica y asegura que sólo quienes
no han cumplido al cien por el cien con el fisco deben temer sus filtraciones. Cuando...
Todo esto es acojonante. Inaudito. Comparto bastantes de los reparos que personas de naturaleza sistémica
le ponen a Podemos. Pero por mucho que tomemos en consideración los
fallos que ya exhibe el nuevo partido, aún le queda todo un viaje
sideral hasta llegar a esos límites de la galaxia tan recorridos por las
formaciones tradicionales. ¿Cómo ha podido ser que Pedro Sánchez destituyera ipso facto a Tomás Gómez sin más preámbulos ni debate ni Comisión de Garantías?, pregunto a la gente del PSOE. Habrá tenido sus motivos, responden.
Lo que les digo: desfachatez.
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