En las tres capitales aragonesas, la campaña acabó con pequeñas
fiestas. Allí llegaron, exhaustos, los candidatos y sus equipos. Porque
poner en escena esta liturgia de la captación del voto resulta agotador.
¿E inútil? Eso nunca se sabe. Quizás esos ritos que han dejado
indiferente a gran parte de la ciudadanía sí han provocado algún cambio
en la intención de los electores. Ayer mismo, mientras los partidos más
relevantes realizaban su último esfuerzo en Madrid, alguno de ellos aún
sondeaba las intenciones del respetable y el resultado indicaba que la
cosa se estaba moviendo. O tal vez lo que detectaba el tracking solo revelaba lo que la voluntad popular ya había interiorizado mucho antes.
En Aragón Televisión, Luisa Fernanda Rudi tuvo el privilegio de protagonizar la última entrevista. El jueves había sido Javier Lambán
el agraciado con esa oportunidad extra de dirigirse a los votantes.
Ninguno de los dos dijo nada nuevo. La candidata conservadora se aferró,
esta vez con más seguridad en el discurso, a los buenos resultados
económicos. Lo mismo estaba haciendo a esas mismas horas (al final de la
tarde) el presidente Rajoy en el mitin madrileño. Pese
al obligado triunfalismo, el PP teme perder Madrid, Valencia... y
Aragón (dando por supuesto que Zaragoza capital se les volvería a
escapar de nuevo). El PSOE... Bueno, los socialistas parecen más
animados que hace quince días. Pero no las tienen todas consigo. Hay
incertidumbre y mieditis. Podemos está ahí, al acecho.
PAR y CHA utilizaron sus intervenciones finales para disparar (casi
con desesperación) sus últimos cartuchos. Ambos ponían en valor su
carácter territorial. En el primer partido, Arturo Aliaga, que a lo largo de la campaña se ha ido distanciando de un Biel
semidesaparecido, ha intentado volver de alguna forma a las esencias
del regionalismo (por si acaso hoy aprovechará la jornada de reflexión
para ponerle una vela a la Virgen). En paralelo, los de CHA, con José Luis Soro y Juan Martín
a la cabeza, han recordado insistentemente que mañana no se elige a
Rajoy ni a Sánchez ni a Iglesias, sino a diputados y concejales como
ellos mismos, avalados por su experiencia y un programa cien por cien
aragonés.
El problema para las formaciones que han vivido esta campaña en una posición periférica
(cabe incluir aquí a IU, y no digamos a UPD), es que el 24-M es otro
jalón en un proceso de cambio estructural que desde el 15-M de hace
cuatro años se ha expandido fuera de lo que podríamos denominar cauces
políticos tradicionales. IU también puede proclamar que no forma parte de la vieja política socavada por la corrupción, la desafección y la crisis. O llamar la atención sobre candidatas como Patricia Luquin,
parlamentaria de indudable valor. Sin embargo, el viento que sopla no
les favorece. Ahora, su objetivo es sobrevivir. Permanecer ahí. Esperar.
Quién sabe lo que puede ocurrir mañana.
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