Un día complicado. La campaña se quedó sin aliento después de que se estrellara en Sevilla el Airbus
de carga (militar). Un mal tropiezo justo el mismo día en que Moscú
celebraba el 70 aniversario de la victoria sobre el nazismo con una
exhibición de nueva tecnología militar que dejaba sin plumas a la paloma
de la paz. Siempre nos quedará Londres, siguen pensando los del PP.
Porque en estos tiempos todo es global, todo tiene que ver con todo y si
alguien piensa que Aragón o Zaragoza o Huesca o Teruel o las polémicas
comarcas son compartimentos estancos que se pueden administrar sin tener
en cuenta lo de fuera, está muy equivocado. De todas formas, para estas
elecciones que vienen casi nadie ha hecho grandes alardes estratégicos.
Los programas son muy de andar por casa. Los enfoques relativos a la
mejora de ingresos o el control del gasto brillan por su ausencia. Nadie
tiene nada que decir del Aragón 4.0. Como resumen de tanta levedad, Javier Nart,
eurodiputado y una de las figuras de Ciudadanos, vino a Zaragoza, se
dejó caer con un argumentario más bien trasvasista y habló de nuestra
comunidad en unos términos tan manidos, tan elementales y tan equívocos
que para semejante viaje no necesitaba alforjas.
¿Cuál es el programa de Ciudadanos? Mis colegas están haciendo un
resumen de los planes de cada partido (vean hoy lo referido a la
política social) y las pasan moradas para poder poner algo en la casilla
de la gente que sigue al mediático Rivera. O les da
todo igual o no tienen nada que decir. Lo cual no significa que los
demás estén lanzando fantásticos discursos e ideas prodigiosas. Si acaso
buenas intenciones, que en el caso de las izquierdas tienden más bien a
recuperar el terreno perdido en inversión pública y atención a los
servicios esenciales. PP y PAR (aunque esta última formación está
sacando de la chistera algunos sorprendentes conejos) tampoco sorprenden
a nadie, pues han gobernado los últimos cuatro años y ya se les han
visto las intenciones. Tal vez por eso han pasado olímpicamente de
acudir a los debates de carácter sectorial programados en las últimas
semanas por diversas organizaciones sociales de la sanidad o la
educación. A lo mejor entendían que ése no es su público.
Sin embargo, el misterio de esta campaña no radica tanto en definir
ideas y compromisos como en explicar de qué forma será posible
financiarlos. Las instituciones (casi todas ellas) llegan al día de hoy
muy tocadas, con presupuestos desbordados, con deudas impresionantes
(véanse el Ayuntamiento de Zaragoza o el de Teruel), con muchas facturas
en los cajones (véase el Gobierno de Aragón). Así que los más sesudos
suelen poner en solfa las bonitas aspiraciones de los ilusos (o
sea, de Podemos, IU y CHA) porque quieren la luna pero no saben cómo
comprarla. Lo cual es cierto en buena medida, pues la gente de Echenique,
por poner un caso, está planteando medidas a tomar en sus hipotéticos
cien primeros días de gobierno sin tener en cuenta que en ese momento
deberían manejarse aún con el presupuesto aprobado por la derecha, una
chapuza contable absolutamente irreal. Quienes tengan a su cargo el
Pignatelli (después de un verano infernal urdiendo pactos y atando
acuerdos) deberán afrontar de inmediato importantes tensiones de
tesorería (Aragón lleva varios ejercicios incumpliendo el objetivo de
déficit) que no podrán resolver al estilo Rudi, cerrando caja en octubre. Se verán obligados a realizar auténticos ejercicios en el alambre.
Claro que estos desajustes entre los mejores deseos y el dinero que debe pagarlos también se dan entre los tradicionales, por mucho que sean ellos quienes se ponen sarcásticos ante las supuestas incoherencias de los alternativos. Por ejemplo: ¿Cómo pretende Eloy Suárez mantener Zaragoza medio apañada y comprar sus famosos tranbuses si rebaja sustancialmente (el 35%, dice) el IBI? ¿De dónde piensa sacar Lambán la pasta para sus planes de empleo juvenil?
Quizás por eso algunos candidatos intentan bajar el balón al suelo y ponerse razonables.
Así, ha sorprendido que Zaragoza en Común, en sus planes para la
movilidad de la capital aragonesa, hable de autobuses y no se lance con
nuevas líneas de tranvía. Lo cual viene a desmentir el cliché según el
cual el bus es de derechas, el tranvía de izquierdas y las bicis de los
madaleneros (una clasificación que tal vez sea aplicable a Zaragoza,
pero no valdría para ninguna otra ciudad europea). Vino a nosotros Javier Nart,
como se ha dicho. El eurodiputado de C's fue preguntado sobre si su
partido se opondría a un trasvase del Ebro. No dijo ni que sí ni que no.
Pero abogó por un Plan Hidrológico «técnico y solidario » que asegure
un caudal mínimo para el río, de forma que nadie piense que va a ser
«expoliado». ¿Y esto qué quiere decir? Pues que, según aclaró, el agua
no es del lugar sobre el cual llueve y resultaría «patético y
cortoplacista » suponer que pertenece a quienes la tienen a sus pies. En
tres palabras: puro argumentario trasvasista. Cuán fatigoso e irritante
resulta a estas alturas replicar (¡una vez más!) que el agua es ante
todo del cauce por donde discurre y si acaso de quienes han visto
inundados sus valles y pueblos para hacer pantanos, de quienes soportan
las inundaciones... o de quienes tienen un río porque no tienen mar ni
otras ventajas naturales. Por no hablar de la unidad de cuenca
consagrada por las directivas europeas.
El mismo Nart se puso aragonesista para defender la reapertura del
Canfranc y la autovía a Castellón a fin de impulsar la economía real.
Secundándole, Susana Gaspar, la candidata de C's a la presidencia de la
DGA, habló de una administraicón positiva centrada en los servicios y
capaz de impulsar los sectores estratégicos (agroalimentación, turismo,
logística) y la exportación. Ya ven qué asombrosas novedades.
¿Qué lugar ha de ocupar Aragón en un mundo globalizado y cada vez más
complejo? ¿A dónde queremos llegar? ¿Cómo recuperar iniciativa,
independencia económica, población e imagen? Esas son las incógnitas que
flotan sobre la campaña... como han flotado sobre la gestión de las
administraciones en los últimos lustros. Sin respuesta.
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