Se celebró en Castejón de Sos, con enorme éxito de crítica y público,
el XIII Encuentro Periodismo de Altura. En esa cita, conocidos
profesionales de la información debaten, presentan trabajos de campo o
explican su actividad contando lo que a veces han de callarse. Así, uno
de los asuntos tratados se refirió a la Unión Europea en relación con la
crisis griega, el problema de los refugiados e incluso los tropiezos
económicos de China. Expusieron su punto de vista colegas que trabajan
en Bruselas para la SER, El Mundo, la Agencia Efe o ABC, y también colaboradores de La Libre Belgique o antiguos corresponsales de El País.
Tras oírles, la conclusión parecía clara: Grecia ha sido vapuleada con
el único objetivo de contener otras syrizas posibles (en particular
Podemos) y reafirmar el axioma de que no hay alternativa. Lo cual pone
en cuestión la misma esencia de la democracia, pues si no cabe proponer
nada que no sea posible (es decir que forme parte de los
paradigmas ultraliberales y sea bendecido por el capital financiero) ni
existe margen para que conservadores (cada vez más a la derecha) y
socialdemócratas (cada vez más al centro-derecha) puedan diferenciarse,
salvo en ligeros matices formales... ¿A qué todo ese paripé de los
programas, las campañas y las urnas?
Algunos seguimos creyendo
que para transformar la sociedad en un sentido positivo (libertad,
igualdad, racionalidad y apoyo mutuo), es preciso fijarse metas
aparentemente imposibles, que desbordan el marco de lo fijado
previamente. No digamos si tal marco ha sido dispuesto por unas elites
económicas y una burocracia político-administrativa atentas sólo a
incrementar sin fin sus privilegios.
Prometer o proponer lo supuestamente imposible no es populista
cuando se parte de criterios lógicos y justos. La asignatura pendiente
de las nuevas formaciones (aunque también de las tradicionales) no es
autolimitar sus programas, sino introducir en ellos una verosimilitud
básica y una clara voluntad de mejorar de verdad la vida de la gente.
Eso es lo razonable. Convertir Europa en un lugar inhóspito, cruel e
insolidario, no.