Vale, supongamos que el PP obtiene en las próximas generales un
resultado como el que le asignan las estimaciones del Centro de
Investigaciones Sociológicas (CIS) y gana las elecciones. ¿Gana las
elecciones? Hombre, permítanme que relativice el alcance de semejante
victoria. Porque llevarse un 28,2% de los votos, cuando hace cuatro años
el mismo Rajoy consiguió un 44,6%, no parece muy victorioso que digamos. Es una hostia fenomenal, que diría Rita.
Fíjense si lo sería que los conservadores incluso estarían por debajo
de lo que lograron los socialistas en 2011, cuando cayeron al pozo con
un mísero 28,7%.
Claro que esto de ganar o no ganar las
elecciones se ha convertido en una curiosa entelequia. Desde que las
aspiraciones de las dos grandes y tradicionales formaciones se mueven
(en el mejor de los casos) en torno al 30% de los sufragios, toda
interpretación triunfal resulta ridícula. El PP, que viene de un régimen
de partido hegemónico, construido sobre sus magníficos resultados en
2011 (tanto en las autonómicas y municipales como en las generales),
puede sufrir una caída sin precedentes. Como se vio en mayo de este año,
sus victorias son casi derrotas o derrotas sin paliativos. Solo
puede aspirar a sumar con Ciudadanos e intentar sostenerse en el poder.
Pero incluso esta combinación suscita dudas si nos atenemos a las
últimas predicciones del CIS. De acuerdo con ellas, PP y C's sumarían el
39,3% de los votos. Por debajo del 40,6% que alcanzarían juntos el PSOE
y Podemos (y téngase en cuenta que en este sondeo todavía se
contabiliza a ICV junto a IU (un 3,7%, a sumar con las demás
izquierdas), pero los catalanes van a ir con el partido de Iglesias.
Con tales perspectivas, todo ese rollo de "la fuerza más votada", el
"pacto entre perdedores" y demás clichés de los argumentarios de la
derecha suena absolutamente vacío. Salvo un cambio drástico de la
normativa electoral que anulase la proporcionalidad corregida actual a
favor de un sistema estrictamente mayoritario, aquí el que pierde votos
no gana nada si no logra sumar con otros. Es de una lógica
impecablemente democrática.
JLT 07/08/2015
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