La cosa (proceso participativo, lo llama Mas) que ha de
celebrarse (o no) en Cataluña el próximo domingo no determinará nada ni
tendrá utilidad alguna pues ninguna garantía democrática ofrece. Sólo
provocará decepción entre muchos catalanes (justamente los más
soberanistas) y tensión con el resto de los españoles, además de un
incremento de las posturas más radicales de unos y otros. A cambio,
ofrecerá a Mariano Rajoy un clavo ardiendo al que agarrarse
mientras cae en el abismo abierto por los casos de corrupción en su
partido (y en los demás). A los canallas, como dice la cita, sólo les
queda un único refugio: el patriotismo. A los estúpidos, también. Y a
los crédulos, por supuesto. El PP y CiU se aferran, cada uno por su
lado, a ese pedazo de hierro candente cuyo fulgor se expande en un
tremolar de banderas y la vibrante música de los himnos. En la España
profunda, por suerte, la ciudadanía está curada de espanto, ha visto ya
muchos números de circo y se hace una idea de dónde están Suiza, Andorra
y los caimanes caribeños. En Cataluña y otros lugares periféricos, el truco aún maravilla a las gentes. Cuando el otro día vi a los alternativos de las CUP echarles una mano a los ultraliberales de CiU para salvar el 9-N y a Oriol Junqueras
soltar la lagrimita en directo, me quedé, la verdad, un poco
traspuesto. Mariano, el de Génova, debía estar, sin embargo,
entonadísimo.
El Gobierno de España afronta dos descalabros
simultáneos. De una parte, le salen imputados por todas partes y teme
que le puedan salir muchos más; de otra, la recuperación económica no
funciona ni como ficción. En el PP hay gente que reclama una dimisión en
masa de la cúpula del partido y la convocatoria de elecciones
anticipadas. Los más sensibles dicen que es hora de renovarse y dejar
paso a la juventud. Aunque, claro, los cachorros más prometedores
también están fuera de juego. Mira el pequeño Nicolás Con lo que valía el chico.
Cataluña es lo único bueno que le pasa a Rajoy. Ahí se está gestando un
conflicto de aúpa. Pero en el corto plazo tal vez sirva para que el
señor presidente encandile... a los cándidos.
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