La afición (llena de filias, fobias y disparates) que tienen algunos
zaragozanos a los temas relativos a la movilidad ha impulsado al PP a
convertir dichos temas en lo más visible de su labor de oposición, y
también en lo más llamativo de sus próximas propuestas. El fenómeno es
muy significativo. Indica que los detractores de Belloch han sido
incapaces de llegar demasiado lejos en sus críticas, y desde antes de
la Expo no han logrado elaborar una estrategia alternativa para la
capital aragonesa. El PP, cuyo grupo nunca ha sabido poner en jaque al
Gobierno municipal (y no será porque este no le haya ofrecido
oportunidades), ha encontrado en el tranbús una palanca con la
cual intentar meterle mano a su bestia negra: el tranvía-tranvía. Aún le
queda otra baza: la irrupción de la bicicleta en el tráfico urbano.
Vale. Pero... ¿qué pasa con todo lo demás? ¿Cuál es el horizonte de
Zaragoza de aquí a diez años? ¿Qué va a ser de una ciudad que alcanzó su
cénit (a precio de oro) en el 2008 pero lleva seis años a pan y agua?
El actual ayuntamiento no se ha lucido a la hora de planificar la
movilidad. No obstante, la puesta en marcha de la línea de tranvía
norte-sur ha demostrado que esa plataforma es cómoda, segura, limpia y tiene una gran capacidad. Por ello está en expansión en toda Europa. El tranbús
es otra cosa. Y la forma en que este artefacto ha sido presentado por
el PP no parece muy realista. Esos grandes buses articulados no pueden
echarse a rodar sin más por las calles. Son vehículos enormes y pesados,
necesitan amplios carriles exclusivos, exigen zonas de giro adecuadas.
Su hábitat natural son las avenidas de las megápolis latinoamericanas.
En Zaragoza...
La movilidad con tranvía y con bicis (que son dos
elementos habituales e ineludibles en estos tiempos), pero también con
autobuses, coches ¡y peatones!, exige planes más eficaces y matizados.
¡Esa es la cuestión! Pacificar el tráfico, peatonalizar, sacar el coche
privado de la trama urbana consolidada debería formar parte,
precisamente, de un horizonte estratégico capaz de incluir muchas más
cosas: servicios, ¡mantenimiento!, zonas verdes, lugares donde puedan
jugar los niños, ámbitos para la convivencia, equipamientos culturales,
propuestas estéticas que hagan agradable la vida de los vecinos, un
modelo compacto pero abierto que combine todos los usos (viviendas,
oficinas, comercios de proximidad...) y rompa la dinámica de los
barrio-dormitorio... En fin, lo que se entiende por un programa total.
Hoy, el desafío consiste en abrir ese debate sin irnos por las ramas.
Un debate urgente, desde luego. Porque nadie con dos dedos de frente
puede poner en duda que, después de mayo, el nuevo consistorio
zaragozano será muy distinto del actual. Pongámonos serios, por una vez.
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