Es probable que Syriza gobierne Grecia tras unas elecciones
anticipadas. Y eso por la sencilla razón de que los partidos
tradicionales han ratificado su incapacidad para sacar al país del
marasmo de pobreza, confusión, mentiras y deuda al que ellos mismos lo
precipitaron. El líder de la formación izquierdista, Alexis Tsipras,
cabalga hacia la victoria a caballo de un realismo que ha ido afinando
su discurso. Sus propuestas, no obstante, siguen siendo provocadoras.
Porque forman parte de un programa destinado no tanto a recuperar las
actuales instituciones helenas (y europeas) como a transformarlas a
fondo para que atiendan las necesidades de la ciudadanía, no los
intereses de las oligarquías financieras.
Tsipras estuvo en la
toma de posesión de la dirección de Podemos, votada por casi 100.000
militantes y simpatizantes. Fue muy aplaudido. Supongo que el jefe de la
izquierda griega les contaría a sus homólogos españoles qué duro es
levantarse en este sur europeo enarbolando la bandera de la ruptura.
Mientras, Iglesias y los suyos ya se van haciendo a la idea. Están siendo sometidos a un examen durísimo (no como el patético paripé que montó Esperanza Aguirre
para el relevo de sus alcaldes corruptos). Becas, sueldos, contratos...
cualquier cosa que les afecte es puesta bajo el microscopio, a la
búsqueda de algo que pueda resultar escandaloso. Lo cual tampoco les ha
de venir mal, porque tanta hostilidad, si saben capearla con claridad y
sin victimismos, les pondrá en forma, y les obligará a estar alertas y a
elaborar alternativas sólidas y potentes (si pueden y saben).
En
unas circunstancias radicalmente distintas de las del inmediato
posfranquismo (y eso, no se olvide, gracias a los logros democráticos
del 78), Podemos encabeza hoy una nueva opción rupturista para una
segunda Transición. PP y PSOE apuestan por la reforma (la derecha solo
quiere un lavado de cara; los socialistas, una miaja de alegría
constitucional). El miedo, una vez más, se ha convertido en el principal
argumento contra cualquier cambio de verdad. Veremos cómo acaba la (tan
apasionante) partida.
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