Aunque el nacionalismo catalán separatista y el nacionalismo español
centralista se han esforzado en dar a su pelea un enfoque trágico y
solemne (compartiendo los argumentos en una retroalimentación realmente
curiosa), la puesta en escena deriva sin remedio en pura comedia, un
sainete surrealista y casi lisérgico. El empeño de Junts pel Sí en obtener la independencia tan ricamente, organizando la ruptura al estilo de un divorcio amistoso,
es puro delirio. ¿Y qué decir de las aspiraciones anticapitalistas y
superalternativas de la CUP, dispuesta a convertir el soberanismo en
instrumento revolucionario? La colisión de ambas vías hacia la llibertat estaba cantada, y vuelve a probar la naturaleza no democrática de un procés
que nació sin respaldo popular suficiente, sin una vía política clara,
sin instrumentos instituidos y sin nada de lo que ha de tener el
nacimiento de una nación-estado. Si no fuese por el afán (contrario
aunque concurrente) del españolismo radical, el conflicto catalán
podía y debía haberse desactivado hace tiempo. Con un referéndum en
condiciones que pusiera las cosas en su sitio, por supuesto. Pero
también con un nuevo pacto constitucional que federalice España y zanje
la polémica territorial. Que ya hiede.
Dudo que podamos poner fin
al teatrillo. La mayoría de las fuerzas políticas catalanas está por
seguir distrayendo al respetable con proyectos para convertir su país
bien en un bonito paraíso fiscal, bien en una especie de Marinaleda a lo
grande y guapo. En el resto de España, tampoco será fácil que alguien
se ponga serio. Menos aún si el Partido Socialista del Sur sigue
imponiendo sus resabios antiperiféricos al Partido Socialista del Norte,
y el derecho a decidir acojona de tal manera a jefas y jefes, incapaces
de resolver nada pero dispuestos a embarullarlo todo (aún más, quiero
decir).
Encima, ahora estamos discutiendo qué es y qué no es la
socialdemocracia... ¿y el liberalismo?, ¿y el populismo?, ¿y el
quincemayismo? y ¿el sexo de los ángeles? en fin... De todo esto ya
habrá ocasión de hablar durante la campaña, a cuya crónica diaria me
mudo desde ahora. Ahí nos vemos.
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