La solución no aparece en los manuales sobre esta especie de guerra
incruenta que es la competición política. Ni el chino Sun Zu ni el
italiano Maquiavelo ni el prusiano Clausewitz ofrecen una fórmula
magistral que permita interpretar los signos y responder con la táctica
adecuada. Menos todavía en esta campaña electoral, que siendo la
aparente continuación de la de diciembre tiene una atmósfera muy
distinta, aunque tal vez desemboque en un resultado similar. Que no lo
sabemos.
El problema, ahora mismo, es que los estados mayores de los partidos (no solo de los cuatro que pelean en todas las Españas, sino también de los nacionalistas periféricos)
contemplan con aprensión la ecuación electoral, y su laberíntica
naturaleza les deja colgados entre el cálculo racional y la pura
paranoia. Por eso las encuestas (no digamos la del CIS) producen
reacciones encontradas. Por ejemplo: al advertir que el PP anda atascado
y el PSOE va para abajo mientras Unidos Podemos gana terreno, ¿no se
está enviando al votante conservador o socialista el mensaje de que debe
movilizarse, mientras se dopa a los de la lluvia púrpura con un
potente chute de triunfalismo? Lo cual también se puede leer a la
inversa: ¿alguien quiere acelerar el derrumbamiento del PSOE augurando
un sorpasso, para de esta forma desplazar hacia los podemitas el voto útil de la izquierda?
Hay que estar en todo
Sin vallas en las calles, sin grandes mítines, sin caravanas ni
merchandising, el acceso a la opinión pública queda fiado en gran medida
a los medios (sobre todo a los audiovisuales) y las redes sociales,
donde la cosa va que vuela. Por eso la presencia en las televisiones y
el manejo de Twitter y Facebook han cobrado enorme importancia. Aunque a
veces no lo parece. En la onda del PP y del PSOE, por ejemplo, no pocos
se quedaron escamados cuando las representantes de ambos partidos en el
debate femenino de Antena 3 (Andrea Levy y Margarita Robles,
respectivamente) patinaron de manera evidente, nerviosísimas,
desbordadas por las de Unidos Podemos y Ciudadanos (Carolina Bescansa e
Inés Arrimadas), sobre todo esta última, cuya telegenia y desparpajo
abrumaron a sus rivales. Podían consolarse en Génova y Ferraz, pensando
que Arrimadas, al fin y al cabo, ni siquiera se presenta a estas
generales. Pero eso no cuenta cuando lo que está en juego es la
definición de cada marca electoral. Y un dato más: Supervivientes le ganó el share al citado debate (26,7% frente a un 12,7%). Aun con todo, más de dos millones de personas vieron el show político. Mucha gente.
Los dos partidos tradicionales han de estar muy atentos a cada
jugada. La inercia pendular que pasaba el gobierno del uno al otro ya
no existe. Tal vez Mariano Rajoy, que ayer se paseó por Santa Pola (la
localidad donde tiene su plaza de registrador de la propiedad), sepa
algo que los demás ignoramos. Quizás él sí está en el secreto de las
cocinas demoscópicas y posee medios para saber que, al final, la
prudencia, el miedo o la convicción le proporcionarán los 130 diputados
(o más) que necesita para no escenificar un nuevo fracaso. Ha planteado
esta cita con las urnas en clave plebiscitaria (por eso aparece en la
publicidad junto al lema A favor). ¿Lo tiene todo atado?
Por idéntica regla de tres, el empeño de Pedro Sánchez, recorriendo
Móstoles casa por casa y llamando a las puertas para pedir el voto...
¿ofrece la imagen de un candidato trabajador que se mueve a pie de calle
y contacta con cada ciudadano en su propio salón?, ¿o achica su porte
de futuro presidente del gobierno, reduciéndolo al de un candidato que
quema sus últimos cartuchos haciendo cualquier cosa por evitar el
desastre?
Andalucía, la gran incógnita
La campaña se agita por el Sur. Como si fuese una especie de
territorio fronterizo donde se encuentran y chocan todas las esperanzas y
donde confluyen no pocos de los problemas que arrastran los partidos.
Es el granero de votos del PSOE, y se supone que la omnipresencia de
Susana Díaz garantiza que las cosas van a seguir así. Se verá. Pero
mucho más difícil de calcular es el impacto que tienen en el resto de
España las apariciones de la presidenta andaluza en los telediarios.
¿Positivo?, ¿negativo?
Tal vez Díaz tenga alguna contraindicación. Pero de momento compite
sobre el terreno con el componente anticapitalista (troskista) de Unidos
Podemos, cuya combinación de radicalismo retórico, infantilismo
político y poesía poligonera rompe todos los esquemas, lo que en teoría
beneficia a la jefa socialista. Por no hablar del liderazgo conservador,
tan débil e inestable. O de la actuación de Ciudadanos como bisagra
capaz de girar según toque a derecha o izquierda. Andalucía tiene muchas
lecturas... y asigna muchos escaños. Por eso la cúpula de Unidos
Podemos inició ayer su recorrido en Málaga.
En fin, parece que esta es una situación repleta de manías, fobias y
supersticiones. A la hora de negociar el debate del lunes, Rajoy se ha
empeñado en aparecer en pantalla a la izquierda. En cambio a Pablo
Iglesias no le ha importado quedarse a la derecha, con Sánchez y Rivera
en el centro. Vale pues. Más extraño y complicado parece eso de que
actúen tres moderadores. ¿No acabara siendo aquello un berenjenal?
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