La de ayer fue una jornada gloriosa. Otra. No es que sucedieran cosas inesperadas, porque el procesamiento de los socialistas Chaves y Griñán
estaba cantado (la carga de prueba era demoledora). Tampoco nos vino de
nuevas la presunta aunque inaudita sinvergonzonería de los
conservadores Granados y Marjaliza, recaudadores de Aguirre,
que barrían p'a su bolsillo millones, obras de arte, joyas y miuras
disecados. Ni siquiera sorprendió la pedrada que le caerá al erario
aragonés (3.3 millones de euros), por la gracia de aquel dúo destroyer, Rudi&Oliván,
que paró la construcción del hospital de Teruel alegando no sé que
cuentos telúricos. Ahora habrá que indemnizar a la empresa contratista
con la hermosa cantidad antes citada. Novedades de tal jaez son cosa
habitual en la bendita España gobernada sucesivamente por dos partidos
que nos garantizan la seriedad y el recambio razonable, pero tienen
envirutados, entre otros centenares de cargos y carguetes, a sus últimos
presidentes federales (caso del PSOE) o a todos sus tesoreros (caso del
PP).
Pero lo que dio brillo a los informativos del día fueron
las reacciones de las partes implicadas. Los portavoces respectivos en
el Congreso, el Hernando pepero (con su habitual cara de asco) y el Hernando sociata (con su peculiar sonrisa mefistofélica), estiraron el y tú más
hasta límites prodigiosos. Como si estuviesen desarrollando su show
retórico ante un público definitivamente idiotizado por esa ficción
según la cual las mismas organizaciones minadas por la corrupción están
llamadas a regenerar el país.
En Aragón tuvimos nuestra propia
versión del descojone. Cuando a los del PP les reprocharon la broma
turolense y los tres kilates y pico que costará no hacer el hospital,
replicaron sacando a colación los verbos irregulares de Plaza y la
remojada que protagonizó allí el PSOE. Cabe suponer que una y otra
fuerza política (aquí y en toda la piel de toro) pretende apoyarse en
aquellos de sus seguidores que solo se duelen cuando roban los
contrarios... pero disfrutan si los propios les meten la mano al
bolsillo.
Sí, nos creen idiotas perdidos.
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