El actual alcalde de Mallén y diputado provincial por el PSOE, Antonio Asín, está metido en un mogollón curioso. En su pueblo, a diferencia de lo ocurrido en La Muela, todo fue caldo de cabeza y no corrió (de verdad) la pela salvo en sueños. Sin embargo, las investigaciones han detectado en la gestión de la localidad un sinnúmero de transgresiones, deshueves, firmas a la remanguillé y otros mamoneos. ¿Fue todo un equívoco?, ¿un ejercicio de rústica ignorancia? Porque ahora salen a la luz presuntos arreglos gracias a los cuales el regidor de la villa y su santa esposa obtuvieron, supuestamente, alguna propinilla por sus desvelos. No al nivel de Mariví Pinilla y sus cuates, que plegaban euros a millones, pero sí lo justo para apañar la cesta de la compra.
En Mallén hay mucha carga de prueba (además el secretario municipal estaba mosqueado con el alcalde y le preparó cuidadosamente una bonita cárcel de papel). Pero dinero, poco. El PSOE, mientras, respalda al imputado por simple corporativismo o porque, tal vez, si el tal Asín se desquiciase igual involucraba en el cacao a los dos cargos del partido que por lo visto le vendieron aquella plataforma logística que debía dar continuidad a la de Zaragoza convirtiendo a Mallén en plaza fuerte del transporte, la industria y los servicios. ¡Qué oportunidad, Antonio, qué oportunidad!
De ahí vino todo, del megapolígono de Mallén que nunca pasó de ser una idea-proyecto descabellada como tantas de la época. Antonio Asín no fue sino otro de los incautos deslumbrados por las invenciones y estafas de una era demencial, cuando las gentes del Sistema se sentían capaces de tapar cualquier fracaso empresarial con una recalificación de suelo ad-hoc y los milloncicos iban que volaban.
Así, este 14 de diciembre, el alcalde de Mallén comparecerá ante el juez. Él no se acordará, pero ese mismo día, hace cuatro años, se presentó oficialmente en el Salón de la Corona aquella cosa denominada Gran Scala. En aquel instante, casi todo Aragón se sintió fascinado por el anzuelo que nos largaban cuatro espabilaos. Debió ser que en tales años resultaba fácil perder la cabeza... Y escamotear la pasta.
J. L. Trasobares/El Periódico de Aragón/jueves 6.10.2011
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