Cada vez que cambia el gobierno en Aragón (y en España entera) el relevo no sólo implica, como es natural, a los cargos públicos y a sus asesores. ¡Qué va! En cuanto los nuevos mandamases aterrizan inician un proceso de destituciones y nombramientos que además de afectar a los directores generales de los departamentos y a los responsables de institutos y empresas públicas, lo cual también parece lógico, remueve (lo cual es ya incomprensible) jefaturas de servicios, direcciones de hospitales, cualquier puesto técnico, jefes de servicio, jefes de informativos en Aragón TV y Aragón Radio, escoltas, secretarias... Algunos afortunados se salvan de la quema y permanecen en sus puestos, pero la barrida suele ser general y tras ella llega la hora feliz de quienes pasan a ocupar los despachos liberados. Suelen ser amigos o parientes de los que cortan el bacalao. Así lo manda la tradición.
El PP, respetando siempre la cuota del PAR (que tiene mucha gente por colocar y poco espacio donde meterla), se ha aplicado con fruición a la tarea de quitar y poner, atendiendo siempre los intereses y aspiraciones de los suyos. Algunos en el Pignatelli no se esperaban semejante fiestorro y están una miaja estupefactos. Porque en bastantes casos los recomendados que llegan no parecen precisamente unos lumbreras y los cambios son manifiestamente a peor. Pero, claro, los conservadores siempre pueden argumentar que ellos no hacen sino lo que los socialistas hicieron antes (y los del PAR, siempre) . Así rueda la bola sin parar jamás.
Este baile en la estructura técnica de la Administración y los servicios públicos resulta inaudito e impropio de una democracia. Se me ha dicho que ciertos movimientos son plausibles; por ejemplo los que afectan a las jefaturas de informativos de los medios pagados con dinero del contribuyente. No lo veo así. En la BBC británica nunca se ha dado tal situación. Ahora bien, si aceptamos que Aragón TV y Aragón Radio no son lo que dicen ser sino meros instrumentos al servicio del baranda de turno... entonces sí, habrá que rendirse a la evidencia. Pero aun admitiendo tal aberración, ¿qué me dicen de los directores de los hospitales?
J. L. Trasobares/El Periódico de Aragón/lunes 31.10.2011
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