De todos los escándalos y escandaletes políticos habidos en Aragón, el que está implicando a José Antonio Sanmiguel, vicepresidente de la DPZ, concejal de Calatayud y presidente del comité intercomarcal del PAR zaragozano, es (aparentemente) el más tonto. Eso si nos ceñimos a la importancia del entuerto: una abracadabrante suplantación de personalidad encaminada a quitarle al prócer una multita de tráfico. Desde que condenaron a José Marco por lo del sillón no se había visto cosa tan cutre. Pero incluso aquel dichoso mueble estaba tasado en un valor superior a los noventa y ocho euros de la sanción por exceso de velocidad que Sanmiguel quiso evitarse... y que por cierto aún no ha pagado.
Lo más llamativo de este barullo es comprobar cómo, una vez más, sale a la luz un marrón (en este caso de prostitución y drogas, con un guardia civil como supuesto cómplice) y, ¡oh maravilla!, de inmediato aparece un cargo público pringado en el tema, aunque sea de forma tangencial. Dice Sanmiguel que él sólo quedó con su amigo (el mismo picoleto presuntamente ful) para que éste le aconsejara cómo soslayar la famosa multa. Y el otro le dijo: "No te preocupes, tío, que esto te lo resuelvo yo en un periquete". Tras lo cual hizo (¿por su cuenta?) una alegación asegurando que quién conducía el coche del concejal cuando fue cazado por el radar era una señora, camarera de puticlub, a quien conocía o se la recomendaron o vaya usted a saber.
Es mucha fatalidad que Sanmiguel (engañado o no) pasara junto al charco y le saltase ese poquitín de barro al bajo de los pantalones. A otros políticos les ha pasado lo mismo: iban al volante con copitas, frecuentaban locales de mala nota, se citaban en gasolineras con empresarios equívocos, acudían a la sastrería de sus amiguitos del alma... Mala pata, ¿no?
Bueno, mientras Sanmiguel se lamenta, la DPZ va suspendiendo todos los actos públicos porque su presidente, el conservador Beamonte, no tiene ganas de que le pregunten por su socio, el de la multa. El consejo intercomarcal del PAR zaragozano va a cambiar de presidente. Y todo por noventa y ocho cochinos euros. Qué miseria.
J. L. Trasobares/El Periódico de Aragón/miércoles 26.10.2011
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