Salió en los telediarios que en algunas escuelas públicas españolas,
eliminadas las ayudas a los comedores y reducidas al mínimo las becas,
los críos van a clase llevándose la comida en fiambrera o, si lo
prefieren, en tupper, que resulta más aparente. Queda la duda de
si los colegios tendrán frigoríficos y microondas para guardar y
calentar los macarrones o la pechuga empanada. Tampoco se sabe quién
correrá con la responsabilidad de organizar el picnic. ¿Y si las
familias no disponen de recursos suficientes para preparles a los
chavales un almuerzo en condiciones?
Jamás pensé que vería cosas
como ésta. Claro que tampoco entraba en mis previsiones (y mira que se
me da bien la bola de cristal) ser testigo del constante retroceso en la
edad de jubilación (la OCDE sugiere ya los setenta años) o contemplar
alucinado cómo los agentes de la oligarquía financiera nos levantaban
primero la pasta, a medias con los cárteles inmobiliarios, y luego se
abrían forrados hasta los tuétanos, dejando tras de sí un gigantesco
agujero que los contribuyentes habremos de rellenar a escote. Pertenezco
a una generación y a un grupo de personas que contempló con algún
escepticismo el desenlace de la Transición y que luego se dejó llevar
por un lúcido desencanto. Pero la perversión de la democracia que se
viene produciendo en este país no entraba en ninguna de mis previsiones.
Tras años pugnando en pro o en contra de la memoria, resulta
que la historia vuelve sobre sus pasos, nos alcanza y nos desborda. Los
amnésicos alucinan ahora al ver cómo se las gastan los mineros
asturianos (incluso los aragoneses, que tampoco son mancos). Pero la
gente precavida sabe que esos mineros son nietos o biznietos de aquellos
que, cuando se alzaban en defensa de su dignidad proletaria, tomaban la
fábrica de armas de Trubia y luego asaltaban los cuarteles de la
Guardia Civil. ¿O cómo se creen ustedes que lograron vender lo más caro
posible su infravida en las galerias, su silicosis o su sistemático
flirteo con el grisú y los derrumbamientos?
¡Ay, esos niños con la comida en la fiambrera! ¿Qué vendrá luego?
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