Los
griegos votaron como les habían mandado. No parece haberles servido de nada. Y a nosotros, tampoco. Qué decepción. Yo me las prometía muy
felices el domingo cuando salí de paseo. «Zaragoza vuelve a la Edad
Media», decían los reclamos. Hombre, pensé yo, retroceder hasta la era
de la oscuridad parece excesivo; con regresar a los años Sesenta del
siglo pasado ya tendríamos bastante, ¿no?. Mas por si acaso fui al
mercado de época y presté mucha atención a los chamarileros, vendedores
de quesos y dulces, halconeros, forjadores de espadas y corazas... en
fin, a ver si encontraba algún nicho para sobrevivir en ese futuro que
llega desde el pasado. Acabé en El Juanico tomándome una caña y una
gamba con gabardina. Algo es algo.
El paseíllo medieval y las elecciones
en Grecia me llevaron a recordar la caída de Bizancio, la toma de
Constantinopla por el Sultán Mehmet II. Un poco rebuscado, lo reconozco.
Pero se da el caso de que a mediados del siglo XV los griegos de
entonces, últimos súbditos del Imperio Romano de Oriente, estaban a
punto de caer en las garras del agresivo Sultán otomano. El Basileo
bizantino marchó a Roma a pedir ayuda para su ciudad cercada. El Papa y
los reyes de Occidente le dijeron que sólo le echarían una mano si la
Iglesia Ortodoxa renunciaba a la herejía y se subordinaba a la Católica.
El emperador Constantino XI, qué remedio, aceptó. Mas al saberse
aquello en Constantinopla muchos se rebelaron. ¿Por qué acceder a las
exigencias de los odiados latinos?, se preguntaban. ¿Quién nos garantiza
que cumplirán sus promesas? Así, divididos y angustiados, los ultimos
bizantinos se aprestaron a defender las murallas de Constantinopla.
Nadie les ayudó. Venecia retrasó los socorros. Génova jugó un papel
equívoco y sólo algunos de sus hombres de armas echaron una mano en los
últimos combates. El Rey de Aragón andaba en otros asuntos. El Papa
mandó cuatro barcos con trigo y armas y de él nunca más se supo. Mehmet
tomó la ciudad al asalto. Los jenízaros no tuvieron piedad. Y eso que
todavía no se había inventado la prima de riesgo.
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