A poco de reventar la burbuja inmobiliaria, varias personas de orden y
de dinero se reunieron a cenar en Zaragoza. El anfitrión, uno de los
grandes constructores promotores del lugar, lamentó que su caja B,
engrosada durante años por cientos de miles y millones (de euros, claro)
cobrados en negro, debiera seguir oculta en cajas de seguridad sin
poder socorrer a la ya temblorosa y semidesmayada economía patria. Días
después, otro de los asistentes a la velada, conocido dirigente
empresarial aragonés, lanzó desde su organización un comunicado instando
al Gobierno a ofrecer una amnistía fiscal como forma de recapitalizar
España. Se ve que las razones de su amigo, el traficante de suelo y
vivienda, le habían motivado.
La amnistía ha llegado por fin. El actual Gobierno de España ha
accedido a lavar por un módico diez por ciento el dinero negro que
llegue a los bancos. No habrá que explicar su procedencia. Como dijo
ayer en La Ventana mi colega y amigo Nicolás Espada, quienes robaron a
las hermanas cistercienses aquel fajo de billetes ganado con tanto afán
por la Monja Pintora podrán legalizar tranquilamente su botín llevándolo
do corresponda en la misma bolsa de basura donde lo habían guardado sus
anteriores propietarias. No obstante, los entendidos aseguran que
apenas aflorará dinero. Aquellos que manejan o manejaron grandes sumas
en B ya disponen de circuitos alternativos, opacos, eficientes y ajenos a
la crisis financiera que tiene a la banca española al borde del rescate
y al Gobierno de Rajoy más colgado que un jamón serrano puesto a secar.
Para eso están los paraísos fiscales, desde Andorra La Vieja al Estado
del Vaticano pasando por Gibraltar y la Suiza de toda la vida. La
familia Botín tiene sus ahorros en cámaras acorazadas de Ginebra, y ya
regularizó fiscalmente la jugada con la amable colaboración de Hacienda y
la Fiscalía. En cuanto a los listos que atesoran en casa unos miles de
euros, ¿para qué habrían de sacarlos a la luz exponiéndolos a jugarretas
bancarias, comisiones y corralitos? En este país hasta los
sinvergüenzas se muestran escépticos. Bueno... ellos más que nadie.
Saben de qué va.
José Luis Trasobares 05/06/2012
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