La tupida red de la impunidad funciona de manera parecida a una que
ponían en el Fabuloso Circo Americano. Extendida de lado a lado de la
pista, evitaba que los raudos trapecistas sufrieran daño alguno si caían
en medio de algún salto mortal. Izada por su centro con una polea
cubría la jaula de las fieras amaestradas e impedía que pudieran
escaparse. Pongan volatineros financieros y políticos en las alturas de
la carpa, imaginen que tigres y leones encarnan a la opinión pública
obligada a pasar por aro y tendrán la imagen completa del Gran Circo
Español, el privilegiado lugar donde es posible vaciar entidades
financieras, disimular el saqueo mediante contabilidades falsas,
traspasarle el muerto al erario público y salir de rositas por la puerta principal con una indemnización o fondo de pensiones multimillonarios.
Esa red no se tejió en cuatro días. Para urdirla fue menester darle la
vuelta a democracia, trucar la vida de las instituciones y falsear la
realidad. Todo lo cual se hizo, desde luego, con la complicidad de
quienes debían haberlo evitado: partidos, sindicatos, patronales... La
izquierda oficial quería entrar en el Sistema y disfrutar de sus
beneficios. La derecha estaba a lo que estaba. Unos accedían a
recalificar suelo al dictado de los cárteles inmobiliarios, otros
arrimaban al interés de sus amigos o mentores la privatización de los
monopolios públicos, otros más se dejaban querer en los consejos de
administración. Genial, ¿verdad? Corría el dinero. Se fraguaban
estupendos pelotazos. Hubo algún escándalo, es verdad. Sobre todo cuando
el pillado en falta era algún descamisado que se había pasado de
rosca. Pero pronto los jueces empezaron a tomarse la cosa con calma
(sobre todo si debían imputar a personajes de auténtico tronío), los
medios se pusieron a caminar con pies de plomo (mientras la filtraciones
sustituían al verdadero periodismo de investigación) y la ciudadanía se
dejó seducir por los fuegos artificiales de la política de escaparate,
navajeo y martingala. Los grandes promotores-constructores amasaban
fortunas. Los paraísos eran fiscales. Los banqueros se frotaban las
manos.
Ha venido la crisis. Y la red aguanta. La impunidad está garantizada.
JOSÉ LUIS Trasobares 01/06/2012
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