Cabe suponer que para muchas personas de orden los discapacitados son
carne de caridad y cuestación, pobrecitos. Y van a serlo si el actual
Gobierno de Aragón continúa con su programa destructor. Las
organizaciones que trabajan en tan peliagudo sector manteniendo
residencias y centros de día, impulsando centros especiales de empleo o
ayudando a las familias no sólo ven cómo se recortan drásticamente las subvenciones y los programas, también padecen alarmantes retrasos en el
pago de los conciertos con el IASS y de las ayudas que preceptivamente
debe abonarles el Inaem. Tras las buenas palabras de hace un año, cuando
los del PP llegaron al Pignatellí poniendo caritas angelicales, ha
llegado la hora de la verdad y el corderillo de ayer se ha convertido en
un lobo carnicero. La regla de tres es simple: si esta Administración,
presidida por Luisa Fernanda Rudi, es capaz de barrenar la
educación pública, asfixiar la Universidad o devaluar la sanidad, ¿por
qué no habría de pasar por encima de los discapacitados, que a la postre
son los más débiles de todo el entramado social? Si estos gobiernos de
la derecha se atreven con los mineros, gentes correosas y luchadoras
donde las haya, ¿qué no harán con aquellas personas que ni siquiera
pueden valerse por sí mismas?
En el caso de que las fundaciones y
asociaciones activas en el sector de la discapacidad (intelectual,
física o sensorial) desaparezcan o deban volver a la época en que
dependían del altruismo ajeno, la pérdida será terrible. Y ello no sólo
atañe a los directamente afectados. Toda la sociedad se empobrecerá.
Todos seremos más miserables, más desgraciados, más vulnerables, más
injustos, menos libres.
El PP, cuando estaba en la oposición (y
parece que fue ayer), pretendía mejorar la calidad de la asistencia
prestada a los discapacitadas, observaba el sector con mirada crítica,
buscaba (y a menudo inventaba) sus fallos. No explicaba entonces su
alternativa: hundir lo construido durante el último medio siglo y, oye,
si alguien quiere algo, que salga con huchas a la calle. Pues vale... A
la calle saldrán. Pero no con huchas precisamente
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