L a presidenta Rudi tiene que cuadrar un presupuesto para el año que viene que reduzca entre un cinco y un diez por ciento las cifras del actual. Pongamos que son, palmo arriba, palmo abajo, unos 400 millones, cantidad equivalente al agujero que acumulan en estos momentos las sociedades públicas dependientes del Gobierno autónomo. Es una pasta, desde luego, y hay que restársela a una cuenta de gastos, la vigente durante el 2011, calculada por debajo de la del 2010, la cual, a su vez, fue notablemente inferior a la del 2009. Ni doña Luisa Fernanda ni su contable mayor, don Mario Garcés, van a poder hacer gran cosa con el dinero que dicen estar ahorrando mediante la reducción de cargos y asesores o aplicando las famosas 104 medidas aprobadas esta semana. Y encima han asegurado que pasan del resucitado impuesto sobre el patrimonio, que supondría 38 millones. ¿Entonces?
El presupuesto se ha convertido en un lobo feroz que acecha a Caperucita Rudi en lo oscuro del bosque. Es fácil encandilar al respetable contándole inverosímiles maneras de recortar el gasto y calculando dicho recorte en cifras correspondientes a toda la legislatura en vez de a cada ejercicio. Pero estas distracciones chocarán muy pronto con la realidad presupuestaria. Hacer fotocopias por las dos caras del papel o dejar a los directores generales sin poder comunicarse por móvil cuando salgan al extranjero es absurdo. Ordenar que la limpieza del Pignatelli se haga con luz natural, o sea cuando los despachos funcionan a pleno rendimiento, es ridículo. Y no están las cosas para andarse con bromas.
El problema crucial de Rudi y su Gobierno es que no han renunciado a casi ninguna de las actividades atípicas que cargan el presupuesto. Tampoco queda claro si la reorganización de las plantillas (con ese macroconcurso que moverá a cientos de funcionarios para eliminar interinidades) producirá un ahorro significativo además de alterar durante todo el año que viene el funcionamiento de la administración aragonesa.
El problema no es sólo de Rudi sino de todo el PP. Prometer rebajas fiscales, afrontar fuertes recortes presupuestarios, mantener en marcha lo más llamativo de las políticas de escaparate... y sostener al mismo tiempo el nivel de los servicios públicos esenciales y el gasto social es aritméticamente imposible. Por eso cada vez hay más gente escéptica ante el discurso conservador; discurso que, a su vez, evoluciona ya para dejar caer que la segura victoria electoral del 20-N dará paso a varios años de pelea contra la crisis.
Aragón no está entre las comunidades más endeudadas, pero poco a poco se va sumergiendo en el déficit. Bajan los ingresos y aún no se ha reestructurado de verdad el gasto. A ver cómo lo arreglan la señora Rudi y el señor Garcés.
J. L. Trasobares/El Periódico de Aragón/domingo 18.09.2011
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