Hay datos que ponen los pelos de punta. Por ejemplo, que la empresa aragonesa ha gastado cuatro veces más en despidos que en formación. O que los empleos objeto de mayor número de contratos son los de temporero agrícola, camarero o peón. Mientras tanto, los recortes ya tocan directamente a servicios básicos como la Enseñanza (por más que los jefes aseguren lo contrario). El viernes, en la Universidad de Verano organizada por el PP en Tarazona, el secretario general de la conservadora FAES abogó abiertamente por privatizar los servicios citados y ofrecer, dijo, la posibilidad de que la ciudadanía elija el médico, el hospital e incluso la compañía que haya de proporcionarle asistencia sanitaria financiada por el Estado. Tal cual.
Son destellos de un futuro que se precipita sobre nosotros a toda velocidad. Vamos hacia una redistribución de la riqueza y los recursos: la mayoría de la población, los trabajadores y las clases medias sufrirán un empobrecimiento generalizado. Tal vez sea soportable para quienes estén ahora mismo en un nivel medio-alto y tengan recorrido cuesta abajo. Para muchos, sin embargo, será una situación dramática. Y lo peor es que tal proceso será lubrificado mediante un argumentario neocón destinado a convencernos de que todo sucede por nuestro bien y además... es inevitable. Ya hace tiempo que nos incitan a buscar nuevas oportunidades en medio de la crisis. ¿Oportunidades? Qué sarcasmo.
Hemos llegado aquí empujados por una gestión política mediocre y tramposa. Demasiado triunfalismo, demasiada autoestima, demasiadas ocurrencias, demasiado despilfarro. Eso está claro y algunos no hemos dejado de advertirlo durante los últimos lustros, cuando un desarrollo de cartón piedra nos hacía creer que Aragón rozaba el pleno empleo o que España iba mejor que nunca. Pero será preciso aclarar que los males actuales no tienen sólo ese origen, que el desastre actual no se gestó única ni fundamentamente en las instituciones públicas. La burbuja inmobiliaria, los trapicheos financieros, la contrarreforma fiscal, el "que inventen ellos" o la búsqueda compulsiva del máximo beneficio empresarial al margen de cualquier otra consideración han sido factores decisivos. Y todavía hay más: los grandes fondos de inversión y las grandes compañías se han propuesto convertir el Estado del Bienestar europeo en un fabuloso negocio. Educación, sanidad, cuidado de los dependientes, pensiones, seguros básicos... Pasta gansa. La meta ya no es homologarnos con Estados Unidos, sino con China o, mejor aún, con India.
Un día de estos nos vamos a dar cuenta. Entonces quizás reaccionemos. Veremos qué pasa. Porque es muy probable que el neoconservadurismo evolucione rápidamente hacia el neoautoritarismo. Ya se sabe: menos bienestar pero más policía.
J. L. Trasobares/El Periódico de Aragón/domingo 04.09.2011
Son destellos de un futuro que se precipita sobre nosotros a toda velocidad. Vamos hacia una redistribución de la riqueza y los recursos: la mayoría de la población, los trabajadores y las clases medias sufrirán un empobrecimiento generalizado. Tal vez sea soportable para quienes estén ahora mismo en un nivel medio-alto y tengan recorrido cuesta abajo. Para muchos, sin embargo, será una situación dramática. Y lo peor es que tal proceso será lubrificado mediante un argumentario neocón destinado a convencernos de que todo sucede por nuestro bien y además... es inevitable. Ya hace tiempo que nos incitan a buscar nuevas oportunidades en medio de la crisis. ¿Oportunidades? Qué sarcasmo.
Hemos llegado aquí empujados por una gestión política mediocre y tramposa. Demasiado triunfalismo, demasiada autoestima, demasiadas ocurrencias, demasiado despilfarro. Eso está claro y algunos no hemos dejado de advertirlo durante los últimos lustros, cuando un desarrollo de cartón piedra nos hacía creer que Aragón rozaba el pleno empleo o que España iba mejor que nunca. Pero será preciso aclarar que los males actuales no tienen sólo ese origen, que el desastre actual no se gestó única ni fundamentamente en las instituciones públicas. La burbuja inmobiliaria, los trapicheos financieros, la contrarreforma fiscal, el "que inventen ellos" o la búsqueda compulsiva del máximo beneficio empresarial al margen de cualquier otra consideración han sido factores decisivos. Y todavía hay más: los grandes fondos de inversión y las grandes compañías se han propuesto convertir el Estado del Bienestar europeo en un fabuloso negocio. Educación, sanidad, cuidado de los dependientes, pensiones, seguros básicos... Pasta gansa. La meta ya no es homologarnos con Estados Unidos, sino con China o, mejor aún, con India.
Un día de estos nos vamos a dar cuenta. Entonces quizás reaccionemos. Veremos qué pasa. Porque es muy probable que el neoconservadurismo evolucione rápidamente hacia el neoautoritarismo. Ya se sabe: menos bienestar pero más policía.
J. L. Trasobares/El Periódico de Aragón/domingo 04.09.2011
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