En Noruega (y algún otro país nórdico) la transparencia fiscal es absoluta. Todos los contribuyentes (pero todos, todos) se retratan en internet, donde su declaración aparece tal cual. Así no hay que pedirles a los políticos u otros personajes públicos que den explicaciones. Las dan como cualquier otro ciudadano. Algunos (incluidos algunos noruegos, es verdad) creen que esto es demasiado y que atenta contra el derecho a la privacidad. Pero, visto desde un país como el nuestro donde el fraude fiscal y la economía sumergida florecen por doquier, tal alarde de compromiso patriótico y social resulta admirable.
En España nos las hemos arreglado para darle la vuelta a la progresividad fiscal (así los asalariados ganan más que los empresarios) y para considerar el pago de impuestos intolerable y la evasión fiscal, una gracia. Aquí ha hecho fortuna la tesis según la cual tenemos derecho a trenes de alta velocidad, autovías, túneles, edificios emblemáticos, subvenciones, educación, sanidad, festivales, grandes eventos deportivos y todo lo que quepa imaginar... pero sin ponerlas o poniendo lo menos posible. Los que tienen guita y posesiones las apalancan en las sicavs. Las transacciones en negro están a la orden del día. El impuesto de sociedades es de risa, y aun así Inditex declara en Irlanda sus televentas porque allí todavía hay que apoquinar menos. Las entidades financieras legales operan en los paraísos fiscales. Las comunidades autónomas pelean entre sí por ver cuál de ellas cobra menos impuestos.
Escuchar ciertos argumentos (los de Rajoy contra la vuelta del impuesto al patrimonio, o los del portavoz de la Confederación de Empresarios de Zaragoza contra la subida del IAE) da malagana. Bajo el azote de la crisis reclamamos eurobonos y una mayor integración económica de la UE. De acuerdo, pero habrá que homologarse con nuestros socios alemanes u holandeses en todo, también en materia fiscal. Porque les digo una cosa: si tal homologación existiese y el fraude desapareciera, habríamos resuelto gran parte de nuestros actuales problemas presupuestarios. Y a lo mejor incluso teníamos una economía de nivel centroeuropeo o escandinavo. Pagando, claro.
J. L. Trasobares/El Periódico de Aragón/sábado 17.09.2011
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