Habrá que hacer algo, sí. El eco de las chirigotas que en su día
hicieron los negacionistas se apagó hace mucho tiempo, mientras el
calentamiento global irrumpía en nuestras vidas devaluando su calidad.
Ayer, muchos empezaron a echar cuentas y a certificar que, en verdad,
hace sólo treinta o cincuenta años el termómetro no subía tan alto. Ni
mucho menos. Así que el personal va dándose cuenta de que eso de
ponernos a más de 40 es un regalo que nos hace el efecto invernadero.
¿Que pasará cuando lleguemos a los 45?
Una tras otra, las cumbres mundiales referentes al clima no han
servido para casi nada, más allá de unos tímidos planes cuyos objetivos
jamás se cumplieron. Los poderosos se encogen de hombros, porque su máquina de los beneficios
necesita quemar más combustible fósil, talar más árboles, construir más
fábricas contaminantes, envenenar (y privatizar) más las aguas y
convertir el desarrollo en un proceso destructivo que hará inhabitable el planeta. El futuro distópico ya no es una teoría pesimista. Está aquí.
Gran parte de los problemas que afrontamos a diario superan las
diferencias ideológicas y tan sólo reclaman a la humanidad (más bien a
sus presuntos líderes) que deje de jugar con fuego. Ante la
actual crisis griega, o la locura yihadista, o la reinvención de la
Guerra Fría, o la ominosa la alianza entre las élites financieras y el
crimen organizado... En todos estos asuntos (donde las mayorías nada
tenemos que ganar y sí mucho que perder) el enfoque ideológico es una
coartada para disimular la codicia y el afán de poder. Los nuevos
paradigmas de la desigualdad, el autoritarismo, el belicismo y la
sistemática agresión al medio ambiente aparecen como propuestas del
neconservadurismo occidental o de las oligarquías postcomunistas de
Rusia y China. Pero al contradecir lo más elemental de la condición
humana acaban siendo una agresión directa a las inmensas mayorías.
Ahora me pueden llamar populista. Pero tengo mucho calor, estoy
cabreadísimo al escuchar y leer tantas barbaridades sobre Grecia y hoy
paso de las opiniones ajenas.
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