Para cuando Tsipras y Varoufakis intentaban negociar el futuro de Grecia, las Instituciones
ya habían tomado medidas para hacer patente e intensificar el estado de
quiebra de los bancos y toda la economía griega. Los de Syriza
esgrimían razones avaladas por la pura lógica. También estaban empapados
de una evidente ingenuidad que les hacía valorar dichas razones por
encima de los sucios y descarnados intereses (financieros y políticos)
que imperan hoy en la Unión Europea. Seguro que cometieron errores de
cálculo y no fueron conscientes de su inferioridad. Pero tanto quienes
firmaron la rendición incondicional como aquellos otros que se negaron a
hacerlo, jamás tuvieron la más mínima oportunidad.
Lo de Grecia fue concebido además (por los amos de las dichosas Instituciones)
como un escarmiento. Y en verdad que lo ha sido. Tras esa experiencia
quedan claras varias cosas: que la ciudadanía de una nación-estado no
puede hacer gran cosa por sí sola, y más si su país está pillado en la
trampa de la deuda; que cualquier alternativa a la deriva de Europa
hacia los paradigmas ultraliberales debe tener carácter internacional (a
estas alturas, lo de los independentistas catalanes resulta patético);
que aquí no valen los programas de respuesta ni las tácticas
defensivas ni las generalidades ni las obviedades, sino que es preciso
madurar propuestas muy definidas y prever los obstáculos que encontrará
su implementación... Tomen nota las izquierdas españolas, viejas o nuevas:
deberán hacer un esfuerzo, porque apelar en los discursos a la
justicia, la democracia social y los intereses mayoritarios tal vez
permita obtener buenos resultados electorales, pero no servirá para
gobernar con éxito y resolver los problemas de fondo.
Es difícil saber si la derrota griega desmovilizará o no el voto a
Podemos o cualesquiera otras marcas que puedan concurrir a las próximas
elecciones generales. Pero una cosa sí deja clara: con buenas
intenciones, análisis facilones, amateurismo e infantilismo no se va a
ninguna parte. Bueno... primero, a un gozoso y merecido pataleo; luego, a
la frustración.
JLT 20/07/2015
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