Al PP ya le vienen bien estos barulletes de quitar y poner bustos del
Rey (del anterior o de este, qué más da), cambiar a contrapelo el
nombre de un pabellón deportivo, polemizar con los medios a través de
una web municipal... o que dos diputados aragoneses de sendos partidos
de izquierdas (un Podemos que antes fue CHA, y otro CHA que sigue en
ello) casi acaben a hostias (en sede parlamentaria) por el tema de los
grupos votado ayer en las Cortes. A los de la derecha les cuadra que el
debate político se vaya por estos cerros de lo accesorio, porque así
disimulan mejor el magnífico desastre contable que perpetraron en el
Pignatelli. Y al PSOE tampoco le vienen mal las mismas distracciones
pues enmascaran el estupendo colacao financiero que han dejado en el
Ayuntamiento de Zaragoza. Por toda España, las fuerzas políticas y
sociales del sistema se frotan las manos ante cada polémica sobre
asuntos meramente simbólicos cuando no equívocos o meras fruslerías. Así
ponen sordina a sus púnicas, gürteles, ERE, manipulaciones de la
Justicia, evasiones fiscales, cementerios nucleares, apaños financieros,
concesiones a las eléctricas y cualesquiera otras maravillas de gran
importancia. Ayer, para darle más cuerda a lo suyo, el todavía jefe de
la oposición municipal zaragozana, Eloy Suárez, escribió a
Zarzuela esa parida de que, cuando él vuelva a gobernar la Inmortal
Ciudad, repondrá al Príncipe de Asturias (¿o a la Princesa?) en el
rótulo que preside el pabellón José Luis Abós. Qué cruz.
En Madrid, los flecos colaterales de la corrupción obligan a los
portavoces peperos a dar las más curiosas explicaciones: "Abusaron de
nuestra confianza estos sinvergüenzas, ¡ay!, ¡ay!". Así que buscan y
rebuscan entre el anecdotario podemita e izquierdoso en general para
trasladar el debate sobre lo importante, a una fácil discusión sobre lo
secundario. Elemental. De libro.
Ante lo cual algunos, con la mejor intención, sugerimos a los adalides de la nueva
política que se centren, que no se distraigan, que vayan a lo que
importa. Aunque solo sea por no hacerle el juego a la competencia. Pero,
bueno... ellos sabrán.
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