El debate previo a la investidura de Javier Lambán
como presidente de la DGA no cogió vuelo. Si el aspirante abrió fuego
con un discurso donde flotaban algunas ideas novedosas y dignas de ser
desarrolladas, el rifirrafe con los grupos acabó en un toma y daca
insustancial. Bermúdez de Castro tiró de argumentario (eso sí, con buen tono, educado y sin histerias). Echenique se fue por los cerros del FMI, en una exhibición a) de su deseo de explicarnos el mundo global por si no habíamos reparado en lo encabronado que está, o b) de su ignorancia sobre los aspectos concretos de la realidad aragonesa. José Luis Soro, el de CHA, estaba tan contento (va a ser consejero) que el optimismo le reventó gozoso entre las manos como la espuma de una ámbar tirada con alegría. Susana Gaspar
pasó desapercibida y daban ganas de sugerirle que, por el bien de
todos, ingrese con los suyos en la bancada conservadora y deje de sufrir
(y hacernos sufrir) cada vez que toma la palabra. Arturo Aliaga intentó salvar los muebles, y cual esforzado Robinsón recorrió la playa buscando restos del naufragio: una bisagra, un clavico... Patricia Luquin sí estuvo suelta y profesional, como suele, pero está más sola que la una.
Todo lo cual nos plantea dos problemas esenciales que se proyectarán
sobre toda la legislatura. Por un lado, el centroizquierda debe mantener
su coherencia apoyando un Gobierno eficaz e impulsando sucesivas
acciones de progreso, lo cual no ha de ser difícil si cada cual
aparca sus egos, sus sectarismos y sus fobias. Las generales están al
caer y PSOE, Podemos, CHA e IU tienen que saber mantener el tipo antes
del acontecimiento... y cerrar filas después para no defraudar a la
ciudadanía. Ojo al próximo presupuesto, porque deberá reinventarse de
punta a cabo rompiendo tanto con la inoperancia de Rudi
y los suyos, como con muchas rutinas anteriores. Devolverle el aliento
al sector público aragonés exigirá una reforma administrativa en
profundidad. No sólo es cuestión de recursos, también de eficiencia.
PSOE y Podemos tienen una gran responsabilidad. Aquellos poniendo en
pie un Ejecutivo capacitado. Éstos bajando de la nube, dejándose de
discursear obviedades y pisando suelo aragonés de una vez.
Por otro lado, la oposición, y en particular el PP, ha de ponerse las
pilas. Si la derecha vuelve a sestear como en la era marceliniana,
cuando no era capaz de currarse ni los debates sobre el estado de la
Comunidad, mal asunto. Bermúdez de Castro sabe que es inútil defender su mandato. Tampoco le vale tirar de manual para acusar al futuro Gobierno de radical o inestable. Su obligación es armar un discurso conservador razonable, que en Aragón no ha existido jamás.
Espabilen, señorías. No estamos en Bicoca precisamente.
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