Los abuelos están agobiadísimos. También quienes trabajan al aire
libre, las criaturas pequeñas, los convalecientes... la gente en
general. No solo hace más calor que en ningún otro verano desde hace
miles de años, es que el constante incremento de las temperaturas, tan
evidente y amenazador, trasciende los habituales comentarios sobre el
tiempo que se intercambian en el ascensor. El fenómeno provoca ya
fuertes pérdidas económicas en la agricultura y la ganadería, incrementa
los costes en la industria y los servicios, obliga a invertir mucho más
dinero en prevenir y atacar los inevitables incendios forestales y
lleva de cráneo a los fabricantes de ropa, que ven cómo la lógica de las
temporadas ha saltado por los aires. Sin embargo, en el escenario
político tal situación apenas se hace notar. Ni los partidos ni las
instituciones han encendido las alarmas ni introducido el tema del
calentamiento en sus agendas. En paralelo, la opinión pública todavía
está encallada en los viejos discursos. Las deleznables tertulias
televisivas dedican minutos y aun horas a la discusión sobre la
presencia, o no, del Barça en la Liga española cuando Cataluña se vaya
por su lado (si se va, claro); pero el calentamiento es solo un oscuro e
impreciso telón de fondo. Los 40 y los 40 y tantos grados centígrados
se han convertido en temperaturas habituales del estío. ¿Qué haremos
cuando dentro de poco alcancemos los 50?
Meteorólogos y físicos
andan con el susto en el cuerpo. Los datos les llegan con una
contundencia demoledora. Por supuesto, aquel debate sobre si el
calentamiento global era una realidad o una invención de la izquierda
pija y los ecolojetas se acabó hace mucho tiempo (solo que Rajoy,
cuando dijo aquella parida de su primo el científico, aún no se había
enterado). Pese a lo cual, la España oficial sigue mirando para otro
lado. No se revisan las estrategias hidráulicas (superadas por los
acontecimientos), no se implementan medidas contra el efecto
invernadero, no se mejora la protección de la naturaleza. Muchos siguen
creyendo que el calor y la sequía son buenos para el turismo. Estupendo,
oye.
No hay comentarios:
Publicar un comentario