Incluso a veces, muy compleja. A lo largo de más de tres meses
observando (y sufriendo) la huelga en los buses de Zaragoza, hemos
pretendido simplificar sus entresijos para poder distinguir a los buenos de los malos.
Pero salvo constatar que el vecindario está pagando un precio
inaceptable en molestias, dinero contante y sonante, problemas en el
trabajo de cada cual y las consabidas dosis de mala leche, todo lo demás
se embarulla en un laberinto de culpas, errores y equívocos. Ni la
empresa ni los trabajadores ni el actual gobierno municipal (ni tampoco
el anterior) son, por separado, responsables exclusivos del desaguisado.
Pero todos ellos cargan con una parte (mayor o menor aunque siempre
considerable) del enorme roto.
Me he negado una y otra vez a convertir al comité de empresa en el
único villano de esta película. Y no, no me gusta su estilo. Ni su
indiferencia ante las consecuencias de la huelga. Tengo incluso serias
dudas respecto de su legitimidad, después de que a finales del año
pasado bloqueara su renovación (que debía producirse ya) mediante un
referéndum en el que participó menos de la mitad de la plantilla y que
arrojó unos resultados muy igualados (291 a favor de suspender las
elecciones sindicales, 271 en contra). Pero es que, al otro lado, está
una empresa tramposa, endurecida, a la que los derechos laborales de su
personal y el bienestar de los zaragozanos le importan un pimiento y que
viene haciendo de su capa un sayo desde hace demasiado tiempo. AUZSA no
merece gestionar un servicio tan importante para la capital aragonesa
como el de los autobuses. Es y seguirá siendo un factor de riesgo.
Por todo lo cual, la atropellada renovación de la contrata carga en
el debe del anterior equipo de gobierno municipal una decisión oscura en
sí misma y contraria a los intereses de la ciudad. Así les dejó a los
de Zaragoza en Común (ZeC) una trampa perfecta, de la que estos no han
sabido zafarse, porque además debían pensar que el ya archifamoso Anadón y la CUT eran de los suyos. Lo cual está muy lejos de la realidad... tan enrevesada y compleja.
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