Nadie se ha escandalizado al oír cómo Javier Lambán, jefe del
socialismo aragonés, propone eliminar ministerios antes que las
diputaciones provinciales. Hombre, al principio sorprende un poco. Pero
en un país donde la hermana del Rey e hija del otro Rey ha de responder
en vista oral por presuntos delitos económicos, la gente ya está de
vuelta de todo, o harta de todo, o qué sé yo. Ayer, los del PSOE, en
nombre de Pedro Sánchez, pedían a Podemos la misma buena voluntad que ellos regalaron a los ayuntamientos del cambio (¿y la que ellos obtuvieron en diversas comunidades autónomas?). Pareció por un momento que Manuela Carmena se dejaba convencer. Pero luego la alcaldesa madrileña volvió rápida a la tesis del gobierno de izquierdas.
Dicen algunos que, con exabruptos y todo, el martes y el miércoles
asistimos a un debate parlamentario apasionante, espectacular y
colorido. Puede ser... No piensan así en mi barrio, donde el personal de
a pie confiesa abiertamente su cansancio en los mostradores de las
tiendas.
Quizás Lambán esté más preocupado por lo que ha firmado su secretario general con Albert Rivera... que con la flagrante brusquedad de Pablo Iglesias a la hora de romper con el PSOE y situarse en la oposición frontal a una gran coalición
que aún no existe (y que parece harto improbable). De lo que dijo el de
Podemos no me han impresionado tanto sus arremetidas contra Felipe González
(quien tampoco se ha privado nunca de poner a caldo al nuevo partido),
como la rigidez de su discurso, adscrito a un conservadurismo de
izquierdas que es el hermano siamés del sectarismo y el dogmatismo. Está
claro desde hace tiempo: socialistas y podemistas no tienen otro
remedio que disputarse con ferocidad el territorio electoral de las
izquierdas. Sin embargo es dudoso que estos últimos logren su objetivo
sin innovar el mensaje y liberarse de su obsesión por un pasado ajeno
que no pueden cambiar, salvo que viajaran en el tiempo y se diesen el
gusto de vivir en directo los 70, cuando las huelgas acababan en
masacres. Como en Vitoria, por ejemplo.
Sí, la gente está cansada.
JLT 04/03/2016
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