Mientras Pablo Iglesias purgaba manu militari al
secretario de Organización de Podemos (eso después de haber escrito un
poético texto sobre la belleza de la unidad), los dirigentes más jóvenes
del PP ponían en jaque a Mariano Rajoy a cuenta de Rita Barberá. A su vez, el PSOE esconde como puede sus obvias tensiones internas que implican a los adeptos a Pedro Sánchez, a los de Susana Díaz, a los barones, al PSC, a los provincialistas
y a la vieja guardia, alineada toda ella en el ala derechista del
partido. En esta verbena del disenso, Ciudadanos, amparado en su bajo
perfil político y el incontestado liderazgo de Albert Rivera,
parece la formación más compacta, pero en ella no faltan ni la
desconfianza ni el descontento... sobre todo tras el pacto con el PSOE.
Jamás se vio semejante bloqueo institucional. En tales condiciones,
negociar y acordar algún tipo de gobierno estable es un ejercicio casi
imposible. Pero la situación se está poniendo tan espesa y el miedo a
una nueva convocatoria electoral se ha extendido de tal manera que, al
final, igual surge un arreglo de última hora. ¿Qué arreglo? Ahí esta el quid de la cuestión.
Podemos, abocado a nuevas tensiones internas y desflecándose por sus
confluencias, es un partido demasiado nuevo, demasiado complejo y
demasiado influenciado aún por los izquierdismos periféricos. Tal
circunstancia, y la actitud de las fuerzas nacionalistas centrífugas
(en especial las catalanas), invalida casi por completo la posibilidad
de un ejecutivo de izquierdas con eventuales apoyos
nacionalistas. Eso... más el arrimo de los socialistas a C's, y la
evidente imposibilidad de llevar a cabo una nueva Transición con el
Senado bajo control del PP.
Por otra parte, teniendo en cuenta
las exigencias de la Unión Europea, el constante incremento de la deuda,
la imposibilidad de controlar el déficit y el paulatino desplome de la
Seguridad Social... ¿están los españoles dispuestos a correr riesgos
respaldando políticas rupturistas? Parece muy dudoso. Así que
solo queda la salida que ustedes saben y yo no me callo: la gran
coalición. Dicen que Rajoy es el único impedimento. Veremos pues.
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