Cuentan que los funcionarios de la CHE pasaron por allí, vieron la
situación y fuéronse sumergidos en profundas cavilaciones. A su vez, el
Gobierno aragonés y las principales fuerzas políticas de la Tierra Noble
aseguraron que se opondrían al atentado medioambiental, al igual que
los ayuntamientos de localidades (Calatayud, por ejemplo) que pueden
verse afectadas; pero su oposición es de lo más discreta, discretísima.
Mientras, los propietarios de los terrenos sobre los cuales se abrirá la
mina a cielo abierto de Borobia no pudieron impedir que la Guardia
Civil amparase la ocupación de sus campos que todavía no están
expropiados, y el ayuntamiento de la localidad, controlado por el PP y
vendido literalmente a los intereses de la compañía minera, considera
perfectamente legal el desarrollo de un proyecto que ni siquiera tiene
aprobado el preceptivo informe de impacto medioambiental.
Borobia
está en Castilla-León, pero en su término municipal se ubican acuíferos
de donde nacen varios rios (el Manubles, el Aranda, el Ribota y el
Isuela) que son afluentes del Jalón. Justo allí se pretende hacer una
mina a cielo abierto que abrirá una enorme brecha de ocho kilómetros de
larga y en la que habrá además hornos para el tratamiento del mineral
extraído (magnesita), asegurando así un alto consumo de agua y la
emisión de contaminantes. La amenaza es intolerable y debería haber
originado en Aragón una respuesta al menos tan contundente como la
provocada por el expolio, por parte del Obispado de Lérida, de obras de
arte pertenecientes a parroquias aragonesas. No parece ser así; quizas
porque, al igual que pasó con el mentado asunto de los retablos y las
imágenes, aquí sólo reaccionamos cuando el desastre se ha consumado y
requeteconsumado. Entonces amanecemos con velicas a la virgen.
La
mina de Borobia iba a instalarse en Navarra. Pero allí, claro, son más
finos y dijeron que ni hablar, que eso... para la España profunda. De
esta forma acabó el negocio en los montes de Castilla León. Todo lo que
ha sucedido desde ese momento es inaudito. La gente del pueblo que se
oponía al negocio fue presionada y amenazada. La tensión se hizo
insoportable. Los propietarios de las tierras incluidas en los planes de
la compañía minera intentaron impedir que invadiesen sus propiedades
sin lograrlo. La normativa vigente ha sido alegremente pisoteada. Es
como una película del Oeste. Sólo que en este caso no hay un Clint Eastwood
que imponga la justicia a tiro limpio, y además si apareciese tendría
que disparar contra representantes de uns instituciones que se dicen
democráticas.
¿Democráticas? Ni hablar. Borobia es una muestra
más de que vivimos en un país extraño, donde el dinero burla las leyes y
el Estado es a veces una entelequia. Como en el Far West.
JOSÉ LUIS Trasobares 06/05/2012
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