Ha sido precioso ver emocionarse a la gente mientras el Real Zaragoza
paseaba su orgullo ante la Virgen del Pilar, como si en vez de salvarse
por los pelos hubiese ganado la Liga. Jiménez es un héroe, los jugadores unos titanes y hasta Agapito
parece más guapo y más listo (esto último lo tiene certificado, pues
además de inspirar las sorprendentes victorias de su equipo ha cerrado
el concurso de acreedores con una quita de cincuenta millones). Y luego
dirán que los aragoneses somos duros, exigentes, bordes y cainitas.
Pero ampliemos el foco y observemos el paisaje de la crisis. Nos vamos
enterando del deshueve financiero y es preciso maravillarse de que a
estas alturas no haya nadie en la cárcel por saquear cajas y bancos,
vender Preferentes u otros tocomochos y llevarse la pasta a
millones. Pero, si se dan ustedes cuenta, tampoco parece haber (al menos
por ahora) signos de que el personal esté agobiándose y vaya en masa a
los bancos a recuperar parte de su pasta para guardarla debajo del
colchón por si acaso. Sólo la familia Botín ha renunciado a coger
más acciones de la entidad en el último reparto de beneficios y ha
preferido pillar la pasta (17,4 milloncetes de nada) y llevársela a
donde no pase frío. Qué flojos.
Tal vez nos envalentonemos un
poco a la hora del vermut, pero asumimos con increíble tolerancia
corrupciones, corruptelas, trinques y demás malabares. Hasta el
presidente del Supremo y del Poder Judicial se ha convertido en
sospechoso habitual, y sin embargo la ciudadanía se mantiene serena, sin
perder el juicio.
Lo más asombroso de todo es que en un país
donde ha pasado lo que todos sabemos, el derrumbamiento de los negocios
más cañeros no esté desembocando en duros ajustes de cuentas. Se me pone
la carne de gallina cuando imagino qué enjuagues y apaños no habrán
acabado frustrándose en esa costa mediterránea, cuántos maletines habrán
ido pero no vuelto, qué movidas de dinero negro habrán quedado varadas
en suelos pendiente de racalificar o recalificados pero sin uso posible.
Oigan, y ni un disparate ni un tiro en la rodilla ni un palizón en la
madrugá.
Que seremos mansos de corazón.
JOSÉ LUIS Trasobares 16/05/2012
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