Desde que la crisis se nos manifestó en toda su dimensión (fraude
financiero+burbuja inmobiliaria+revolución ultraliberal), los jefes se
han afanado en vendernos soluciones cuyo aparente rigor es, dicen, una
forma sincera de salvar al Estado del Bienestar de la que se le ha
venido encima. Me recuerdan al director de mi colegio, el hermano Ángel, llamado también El Sietepisos
por su metro noventa de pelotari vasco. Este buen fraile daba las notas
la mañana de cada sábado y a los primeros de la clase les premiaba con
barritas de regaliz Zara, pero a los últimos les administraba
unas hostias fenomenales. Había un compañero que siempre cerraba la
lista (más de cincuenta alumnos por aula) y se llevaba cinco bofetadas
como cinco soles. Pero nuestro beatífico director, mientras se remangaba
para cumplir con su ardua tarea, le decía compungidísimo: "Querido
alumno... ¡Esto me va a doler a mí más que a tí!" A los más
impresionables aquello les producía risa histérica y luego accesos de
llanto.
En ésas estamos. Se cierran unidades escolares, se
limitan los servicios sanitarios, se va imponiendo el copago, se tantea
la privatización de hospitales, ya no se suplen las bajas en colegios,
institutos y hospitales, se reducen las becas, suben las tasas, se
cierran los proyectos de investigación, se externaliza, se
desorganiza la adscripción de plazas escolares para dar más chance a la
privada concertada, se paralizan los programas destinados a informatizar
las aulas, se embarulla hasta la parálisis la atención a los
dependdientes... Pero, atención, esto les duele a nuestros queridos
barandas más que a nosotros, y si toman tales medidas (y las que
tomarán, que aún queda tajo) es precisamente para evitar el descalabro
del Estado Social. Por supuesto.
Buena parte de los llamados
expertos en la cosa económica y no pocos comunicadores orgánicos de la
superderecha son más descarnados y advierten que los servicios públicos,
las pensiones y la igualdad de oportunidades son... insostenibles. Tal
cual. Pero, tranquilos, éstos son unos bordes. Es preferible atender las
buenas razones de Rudi e imaginar que todo se hace por nuestro bien. Y sin lloros, por favor.
JOSÉ LUIS Trasobares 12/05/2012
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