A estas alturas, hasta los más recalcitrantes empiezan a reconocer
que el problema en España no está tanto en la deuda pública como en la
privada y en particular la que arrastran los bancos y cajas tras el
estallido de la maldita burbuja inmobiliaria. La culpa de los políticos
(con Zapatero como sospechoso habitual) es básicamente la de
haber actuado como colaboradores necesarios de los traficantes de suelo,
especuladores a gran escala, altos directivos del sector financiero y
otros depredadores. Ahora échale un galgo al dinero, que ya está a buen
recaudo en los paraísos fiscales. No hay otro remedio (es la ley de la desgobernanza
europea) que pechar entre todos con el agujero; bueno... todos no, más
bien los de siempre: los trabajadores y las clases medias en su
conjunto, los hipotecados, los contribuyentes inevitables, los capullos,
los paganos.
Parece ser que el Gobierno central aspira a montar
una banca pública a partir de las ruinas de Bankia que deberá ser
saneada con dineros del común (ya se habla de 23.000 kilopondios),
actuará, nos dicen, como un factor dinamizador de la economía real
(¡habrá que verlo!)... y luego será privatizada. Es decir que se repite
lo de Argentaria en otro contexto. Y mal será que los técnicos
encargados por la Administración (el PP) de pilotar esta singladura no
acaben forradísimos y colocadísimos (en el sentido laboral del término)
como ya les pasó a Francisco González (BBVA), Juan Villalonga (Telefónica), Manuel Pizarro (Endesa), o César Alierta (Tabacalera, Telefónica) en la anterior marea privatizadora.
La búsqueda de liquidez en estos tiempos aciagos rompe las barreras
entre lo público y lo privado. Como aquí tenemos que pagar altas tasas
de interés por los euros que Alemania consigue al cero por ciento, los
jefes se vuelven locos ofreciendo, chalaneando y vendiendo el patrimonio
colectivo. El Gobierno de Aragón quiere pignorar los edificios que van a
ocupar sus propias oficinas en Ranillas. El Ayuntamiento de Zaragoza
privatizará parcialmente el ciclo del agua en la capital aragonesa. La
pasta para quienes la saben manejar. A quien Dios se la dé, San Pedro se
la bendiga.
JOSÉ LUIS Trasobares 26/05/2012
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