En presencia del ministro de Agricultura y (¡ejem!) Medio Ambiente, don Miguel Arias Cañete,
se reunió ayer la Comisión de Seguimiento del Pacto del Agua. No se
habló allí del cambio climático, ni de los nuevos parámetros
hidrológicos, ni de lo que está pasando en El Val, Lechago o Montearagón
(embalses insostenibles, alguno de los cuales lleva dos años sin poder
hacer la prueba de carga porque no capta agua suficiente para ello)...
no se habló, en fin, del estado de los ríos ni de la mina de Borobia.
Sólo se ataron cabos (más o menos) para mantener vivas las obras del
recrecimiento de Yesa y sacar a concurso las de Biscarrués. Del trasvase
también se dijo algo aunque, como suele ocurrir últimamente, fue una
especie de no pero sí, aunque quizás, tal vez, espérate a ver, a mí que
me registren y evasivas similares. Ya sabemos de qué va esta pana.
Como cuentan los anales, el Pacto del Agua fue invención de un político procedente del clan navarro del PSOE, Antonio Aragón.
Este prócer se dio cuenta de que a los de la Tierra Noble se les podía
vender a la vez los pantanos y el trasvase. La jugada parecía redonda y
las grandes constructoras brindaron con champagne. Aragón (el susodicho,
no la bendita Comunidad que habitamos) acabó luego en la cárcel por
corrupto, pero su Pacto quedó ahí convertido en un referente tan
esencial como absurdo. Desde entonces pende sobre nuestras cabezas como
una amenaza llegada del pasado. Pero encandila a los políticos, abduce a
los medios e interesa a los jerarcas de los sistemas de riegos, quienes
desde hace tiempo juegan fuerte para controlar cuantas más concesiones
de agua mejor, porque el agua es dinero.
En unos Presupuestos
Generales que nos dejan al pie de los caballos, habrá más pasta para
recrecer Yesa (y falta que hará, pues las laderas del jodido pantano se
siguen abriendo en canal y hay que abrocharlas con decenas de millones
de euros). De paso se licitará Biscarrués, embalse destructivo,
irracional e inútil donde los haya. Así es España: incluso en pleno
ajuste, cuando tenemos que quitarnos el pan de la boca, seguimos tirando
el dinero público en ruinas manifiestas. ¡Alegría!
JOSÉ LUIS Trasobares 03/05/2012
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