Parece ser que Aragón es una Comunidad cuyas cuentas están medio
aseaditas, dentro de lo que cabe. El despilfarro, la política de
escaparate y el clientelismo no han alcanzado aquí el nivelazo de
Valencia, Andalucía. Baleares o Castilla-La Mancha. El nuestro ha sido
un mamoneo amateur, una cosa de andar por casa. La deuda no es de
las más elevadas (aunque tenemos algún ayuntamiento, empezando por el
de Zaragoza, pasado de rosca). Las cajas de ahorro aguantan el temporal.
La economía sumergida no alcanza los niveles de Levante y el Sur. Y sin
embargo el sector más crítico y consciente de la opinión pública no
puede dejar de pensar en las oportunidades perdidas, en el dinero tirado
a cuenta de las más insólitas ocurrencias, o de las más rampantes
ineficacias.
Ajustar las cuentas aragonesas debería incluir dos
acciones fundamentales: optimizar los ingresos por la vía de la
vigilancia y la progresividad fiscal y al mismo tiempo controlar el
gasto volcándolo en inversiones productivas económica, social y
medioambientalmente. Para alcanzar tales objetivos, y dada la situación
actual, sería imprescindible (hay que decirlo por activa y por pasiva)
analizar retrospectivamente la trayectoria de los últimos quince o
veinte años y replantear de cabo a rabo las estrategias. Porque lo que
se está haciendo (recortar a diestro y siniestro, sin criterio ni
sensibilidad social) es sencillamente intolerable.
Tienen razón quienes consideran que en los dos últimos decenios (sobre todo en la década maravillosa,
1997-2008) se ha ido mucho más dinero por culpa de la ineficacia y la
pésima gestión que por la corrupción propiamente dicha. Los gobernantes y
sus técnicos de cámara han venido aplicando el manual del perfecto despilfarrador (aficionado)
para tirar ingentes cantidades en obras y proyectos improductivos,
adornos y lujos que, lejos de resultar rentables, no cesan de producir
nuevos gastos.
A toro pasado, hay muchas cosas que no se
sostienen. Desde la Expo de Zaragoza al aerodromo de Caudé, desde
Motorland y Aramón al aeropuerto de Huesca, desde los pantanos
construidos o en construcción a los polígonos fantasma... los resultados
han sido poco halagüeños. Y eso con independencia de que la fiesta
corriese por cuenta de la administración central o de la aragonesa.
Ninguno de los partidos mayoritarios (PP y PSOE) ni menos el partido bisagra
(PAR) tienen interés alguno en volver la vista atrás y sacar alguna
conclusión razonable. El actual Gobierno autónomo ha hecho la consabida
demagogia con los coches oficiales, las fotocopias y el supuesto abuso
de quienes usan los servicios públicos, pero han pasado de puntillas
sobre los cientos e incluso miles de millones que se han ido en paridas
sin sentido o en ideas (mal) puestas en marcha por ensoberbecidos... amateurs.
JOSÉ LUIS Trasobares 13/05/2012
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