Es normal que el Gobierno y las gentes de orden aborrezcan el 15-M y lo que representa. Este movimiento,
aunque inorgánico y difuso, sigue siendo una potente plataforma de
protesta colectiva capaz de poner en las calles de España a cientos de
miles de personas que tienen sobradísimos motivos para estar hartas. Por
eso el Ministerio del Interior despliega sus fuerzas en el espacio
público, detiene y acusa de atentado a personas que se limitaban a ejercer la resistencia pacífica o que simplemente estaban allí. Mano dura sin complejos.
Pero los conservadores (de aquí y del resto de la UE) no sólo tienen en su punto de mira a la inocua spanish revolution,
sino a cualquier gesto defensivo de las masas populares, sea
manifestación, huelga, algarada... o respuesta electoral. La derecha
sabe a estas alturas que su política de ajuste duro y destrucción del
genuino modo de vida europeo será contestada por los electores. Es la
clave de la victoria de Hollande, del ascenso de Syriza en Grecia, de las contundentes derrotas de la propia Merkel
en Schleswig-Holstein y en Renania del Norte-Westfalia, del fiasco del
PP en Andalucía. La ciudadanía no quiere verse empobrecida ni humillada.
La democracia se destapa así como un impedimento objetivo e
insoslayables a la hora de aplicar los principios de la ortodoxia económica.
Las presiones a los griegos para que formen un Gobierno razonable dan una continuidad cada vez más agresiva a las salidas tecnocráticas
que ya se impusieron en aquel país y en Italia al margen de las urnas.
La cancillera alemana ha dicho a su vez que el desafecto de los votantes
no le hará modificar el rumbo. Rajoy está en lo mismo. Para líderes tan tercos, la soberanía popular es un estorbo, al igual que las fuerzas políticas (radicales,
por supuesto) que pretenden ser consecuentes con sus compromisos y se
resisten a engañar a sus votantes (como hacen de forma sistemática los
partidos serios).
Los ultraliberales vienen con la ruina bajo el brazo. Y una fórmula para imponer sus recetas: dictaduras técnicas
(a las que no faltará su aditamento neofascista), que desmonten la
democracia social y nos metan en vereda por las buenas... o las malas.
JOSÉ LUIS Trasobares 15/05/2012
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