El mismo martes, las personas de orden ya salieron rapiditas a
replicar que, ojo cuidado, la inyección de dinero público a Bankia (esos
cinco mil, siete mil o diez mil millones, que vayan ustedes a saber) no
era un regalo a fondo perdido sino ¡un préstamo al ocho
por ciento! ¿Al ocho por ciento?, nos preguntamos los escépticos
habituales ¿Un préstamo al ocho por ciento? Era para partirse de risa,
si no fuese por las terribles implicaciones que el merdé bancario (como
ya se está viendo desde mucho antes de la dimisión de Rato) ha de tener sobre nuestras humildes vidas.
Aquí no hay préstamo que valga. Nadie va a devolver nada, como nadie ha
devuelto un sólo céntimo de los presuntos créditos que ya concedió el
FROB en el primero (o el segundo, que voy perdiendo la cuenta) de los
rescates bancarios. Ahora, el Estado (o sea, el contribuyente)
apechugará con el Banco Financiero y de Ahorro (BFA) que es el principal
accionista de Bankia. O sea, que estamos a punto de cargar con el
verdadero Banco Malo, el que Rodrigo Rato se empeñó en
endilgarnos (y al final lo ha conseguido mientras él hace mutis con un
millón y pico de euros de indemnización).
PP y PSOE, padre y
madre, de las sucesivas y esperpénticas reformas financieras, podrán
entretenerse echándose en cara sus respectivas miserias. Rato y de Guindos
habrán sostenido por detrás del decorado no sé qué duelo entre
profesionales del malabarismo financiero. Pero a la ciudadanía le trae
ya sin cuidado si la culpa es de unos o de otros, porque al final entre
especuladores inmobiliarios, especuladores financieros y políticos
venales nos la han metido triplicada: vendieron viviendas muy por encima
de su valor; se quedaron con ellas (más la diferencia entre primeras y
segundas tasaciones) cuando el personal no pudo con las correspondientes
hipotecas; finalmente nos clavan sus activos tóxicos y nos obligan a reflotar los bancos y/o cajas malos con nuestros impuestos. Jugada redonda.
La Sanidad y la Educación públicas están en quiebra. La recesión nos
agobia. Pero de Guindos nos anima con esa sonrisa suya de vendedor de Preferentes. Éstos se creen que somos estúpidos. Y a lo mejor tienen razón.
JOSÉ LUIS Trasobares 11/05/2012
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