Los anuncios de seguros médicos
proliferan en los medios. La gente que puede permitírselo intenta buscar
alternativas al sistema público, consciente de que este está siendo
barrenado a conciencia por los gobiernos conservadores. De hecho, las
últimas navidades pasarán a la historia por las inéditas tensiones que
afectaron al Salud aragonés, colapsaron sus urgencias, dejaron a
diversas unidades asistenciales sin material básico y pusieron el
colofón a una negra etapa durante la cual las listas de espera han
aumentado de manera nunca vista.
Los actuales gestores de la sanidad pública aragonesa salieron a la
palestra para negar la mayor. Según su versión, nunca hubo carencia de
nada ni colapso ni ninguna otra cosa que fuera en detrimento de la
calidad asistencial. Pero, claro, qué iban a decir. En este país nuestro
(Aragón y España entera), los cambios políticos empiezan en las urnas y
acaban... en las gerencias de los hospitales. En el Salud, esos cambios
han producido durante los últimos dos años una barahúnda de
nombramientos y ceses y un clientelismo tan manifiesto que supera todos
los precedentes anteriores. De semejante nomenklatura solo cabe esperar
una total sumisión a los jefes, lo cual incluye la plena disposición a
desmentir en público a miles de profesionales y de pacientes que han
visto en vivo y en directo cómo los enfermos ingresados (tras horas y
días en pasillos o salas de observación) recibían una atención
condicionada por las carencias. Y menos mal que el personal sanitario y
auxiliar ha paliado el tremendo bache con su dedicación y esfuerzo. A
nadie se le oculta que el desbarajuste fue provocado simultáneamente por
una pésima planificación y la intención de cortar el gasto en los
últimos dos meses del año para cuadrar a martillazos las cifras del
déficit.
Los colaboradores del consejero Oliván hablan de una campaña
orquestada (¿cómo?, ¿por quién?) para desprestigiar su gestión. Pero
aquí la única campaña evidente es la destinada a disuadir a los usuarios
de la sanidad pública empujándoles a buscar otra solución. ¿Qué otro
objetivo pueden tener demoras de meses e incluso años en pruebas de
diagnóstico o intervenciones quirúrgicas? ¿Cuál será el resultado
natural de situaciones como estas últimas, cuando han faltado pañales,
jeringuillas desechables, gasas, reactivos, inhaladores e incluso
antibióticos? Otro tema es el daño que a medio y largo plazo sufrirá un
sistema que había alcanzado los más altos niveles científicos y
técnicos. Los recortes amenazan la formación y cualificación de los
profesionales de la sanidad, también de la privada cuya dependencia de
la potente red pública es manifiesta.
¿A dónde nos lleva esta gente?
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