Todo lo que ustedes quieran, pero los de Podemos se salen a menudo de
la regla, y a veces se salen bien. No me refiero a ese ejercicio de
comunicación política postmoderna consistente en regalarle al Rey Felipe VI todas las temporadas de Juego de Tronos,
ni esa maldita manía de salirse por la tangente cuando se les pide que
definan (más o menos, que tampoco vamos a exigir virguerías) si son
carne o pescado. No. Hablo de cómo han planteado la financiación de su
campaña para las autonómicas, solicitando de la gente (las personas normales, que diría Rajoy)
unos microcréditos (de 100 a 10.000 euros) que se devolverán gracias a
la financiación pública obtenida por el partido tras las elecciones (si
le salen bien, claro). En una semana escasa, la formación ha recogido
cantidades muy importantes, desbordando cualquier cálculo inicial. La
última vez que vi el cómputo (a finales de la semana pasada) aquello, en
verdad, iba como un tiro. En Madrid rozaban ya el cuarto de millón de
euros y subían a toda velocidad. En la Comunidad Valenciana estaban muy
por encima de los cien mil. En Aragón...
En Aragón las
aportaciones se aproximaban a los ochenta mil euros (79.700 en aquel
momento). Probablemente, cuando lean este artículo ya rozarán los cien
mil. En Asturias iban por los 40.100, en Canarias, 37.000, en Murcia,
32.500... Por qué la Tierra Noble aparecía como la más generosa (en
proporción) de las comunidades resulta de lo más significativo, y
curioso al mismo tiempo. Si extrapolamos el fenómeno, podríamos
aventurar que Echenique tiene mucho tirón. Ahí donde lo ven.
En este país, la financiación de los partidos ha dependido siempre de
los créditos, los negocios paralelos, las comisiones bajo mano y las
aportaciones de las empresas amigas. Por eso, acudir al apoyo y
la confianza de la propia ciudadanía supone un giro de ciento ochenta
grados. Superar el habitual absentismo político de un pueblo habituado a
criticar a sus representantes, exigirles lo imposible y suponer que el
aparato democrático se sostiene solo, parece a estas alturas una proeza.
Este sí es un cambio.
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