La actualidad no se reduce a las secciones serias de los
diarios: política y economía. También aparece reflejada (a veces mejor
aún) en la crónica de sucesos o en la deportiva. Otra cosa es que los
medios y los periodistas, lanzados como vamos en pos de la última
novedad, seamos capaces de interrelacionar todo y sacar las oportunas
consecuencias. Además hay tragedias sobre las cuales pasamos de
puntillas, de acuerdo con el código básico por el cual nos
autorregulamos (mal que bien). Por ejemplo no solemos informar de los
suicidios. Así evitamos dar pie a su emulación. Aunque, a estas alturas,
cabría preguntarse si tales escrúpulos (lógicos por otro lado) no nos
impiden profundizar en la causa de semejantes actos: la enfermedad, la
soledad, el miedo a la pobreza, el agobio y la impotencia ante un
desahucio o cualquier otra consecuencia de la cosa que llamamos
crisis. Tampoco acabamos de contextualizar algunos suicidios u
homicidios que son un fracaso del sistema socio-sanitario (estoy
pensando en las dos pobres muchachas del Pablo Serrano o en el
adolescente de la ballesta), por no hablar de acontecimientos tan
terribles como la historia del hijo que pudo haber ayudado a morir a su
madre para ahorrarle a ésta mayores sufrimientos... que el mismo sistema
fue incapaz de paliar.
Durante este invierno se ha producido un número anormal
de incendios domésticos. El fenómeno no es nuevo aunque casi lo
habíamos olvidado. Porque cuando la muerte es causada por el tufo de los
braseros o el fuego y el humo provocados por algún artilugio calefactor
(incluyan ahí los accidentes eléctricos) estamos sin ninguna duda ante las consecuencias de la pobreza energética. El pasado vuelve.
Y qué decir del tiroteo ocurrido el otro día en Ejea. ¿Tenía sentido
que la Guardia Civil asaltase aquella caseta donde se había atrincherado
un individuo que, pese a su evidente trastorno, no dejaba de ser un
anciano que ya no representaba mayor peligro? ¿Quién dio la orden de
entrar, pudiendo esperar a que el paso del tiempo y el cansancio
hicieran su efecto?
Sí, la crónica de sucesos también resulta muy reveladora.
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