Por fin, Rajoy hizo acto de presencia ayer ante los micrófonos
de RNE el mismo día en que se conocían las cifras del paro (un dato que
ha dejado de ser objetivo, pero que él dio por muy bueno).
Después de dos semanas escondido (detrás del horroroso accidente del
avión alemán, primero, y de la ociosa Semana Santa después), le llegó el
momento de decir algo sobre lo ocurrido en las elecciones andaluzas y
de comentar de alguna forma el barullo interno que reina en el PP. Así
que don Mariano se despachó con la habitual colección de generalidades y
optimismos. Solo que lo hizo (lo vimos luego en las teles) con una cara
fatal. Como si hubiera empezado la mañana tomándose un purgante en vez
del desayuno. Daba penica, el pobre.
El caso es que, al mediodía, el Telediario
de TVE se despachó con un estallido de buenas noticias económicas que
daba gloria: baja el paro, crece el optimismo, el sector de los grandes
centros comerciales vive una nueva euforia, esto es Jauja, ja, ja, ja.
Por lo cual chocaba ver al presidente tan mohíno, como si no acabara de
creerse el relato de esta milagrosa recuperación española, que es el
asombro y la envidia del mundo entero. O tal vez fuese que en su misma
sede de Génova (ese lugar asombroso repleto de intrigas, tesoreros ful,
cajas B clandestinas, sobres-sueldos y personajes que hacen de la
desconfianza mutua un arte) hay muy mal rollo porque ya nadie tiene
asegurado nada, se masca algún futuro fracaso electoral y Cospedal anda a la greña con Arenas.
No creo, por otro lado, que Rajoy pueda sentirse agobiado ante la
evidencia de que, si logra mantenerse en Moncloa después de las próximas
generales, deberá rematar su misión histórica: consolidar en España un
nuevo modelo económico destinado a engrasar el negocio, consagrar la
desigualdad y someter de forma definitiva a los dos tercios de la
población condenados, respectivamente, a bailar en la cuerda floja o
sumirse en la pobreza. Eso no es para él ninguna novedad. Aunque, oye, a
lo mejor sufría un súbito ataque de escrúpulos, un
sobredimensionamiento de su conciencia neocón... pero católica. Qué
humano.
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