Hay varias interpretaciones. La de quienes argumentan que Rato
ha sido objeto de un linchamiento virtual que rompe con las garantías
atribuibles a cualquier ciudadano. La de otros que culpan de la jugada a
Montoro, quien se habría dejado llevar por el
entusiasmo, estirando más allá de toda lógica su afición a usar el cargo
de Gran Hermano fiscal para jorobar a adversarios o desafectos de toda
naturaleza. La de los aficionados a teorizar conspiraciones, que
convierten a ciertos inspectores justicieros o políticamente interesados en actores principales de la detención del pobre
Rodrigo. La que mezcla todo en un rompecabezas de conjuras, odios
personales, guerras internas en el PP, trapisondas y actuaciones
dudosamente legales... En cualquier caso a mí me cuesta mucho ver a Rato
como víctima. Me pasa lo mismo con los Pujol, Blesa, Chaves, Griñán o Bárcenas
(cada cual por la parte que le toca). Porque al margen del vaivén
judicial (el laberinto, en cuyos vericuetos los españoles comprueban
cuán desiguales son ante la ley), existe ya suficiente carga de prueba
para deducir que los citados presuntos se han hecho ricos o han
permitido el enriquecimiento de sus amigos y conmilitones... a nuestra
costa.
Rato y Montoro son dos caras de la misma moneda. Aquel pillando cacho
y sembrando ruina por donde pasaba, este utilizando la Agencia
Tributaria como instrumento de sus manejos tras haber dictado una
amnistía fiscal de escandalosas consecuencias. Sus peripecias son, ante
todo, la clamorosa evidencia de que vivimos en una democracia de muy
baja calidad.
Saber que en España se roba a mansalva... y que tal robo solo se
conoce cuando a alguien le interesa. Ver cómo los jueces y los fiscales
regatean los casos más complicados para no meterse en líos. Comprobar
que ciertos imputados se van de rositas por haber prescrito su presunto
delito (los últimos, varios beneficiarios de las tarjetas black
de Caja Madrid). Enterarse de que las fianzas en la salida a bolsa de
Bankia han sido objeto de una reducción prodigiosa... Todo eso convierte
en víctima real a la ciudadanía. Nos las dan por todas partes.
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