Existen varias tesis sobre cómo se desencadenó la detención de Rato.
En los ámbitos conservadores, con los portavoces del PP dirigiendo la
orquesta, se intenta hacer virtud del vicio asegurando que el Gobierno
ha permitido el funcionamiento normal de las instituciones porque la ley es igual para todos y Rajoy
ejerce hoy de gran timonel en la lucha contra la corrupción. Otros
observadores creen más bien que el Ejecutivo, desde la Fiscalía y la
Agencia Tributaria, ha querido precipitar el estallido del caso (contra
el deseo del juez) con la obvia intención de que los actuales
acontecimientos no se produjeran dentro de un mes, en vísperas de las
elecciones. En cualquier caso, Rodrigo Rato se había descarado con lo de
Bankia, estaba marcado y nada podían hacer sus conmilitones para
blindarle ante la Justicia... que no es igual para todos (ni de coña)
pero aún es capaz de meter en el talego a Fabra y a Matas o destripar la trama de los ERE andaluces.
Al margen de estas especulaciones y cortinas de humo, lo que a mí más
choca es esa vinculación tan evidente entre la ortodoxia económica que
impera en España y el resto de Europa y la delincuencia financiera. Es
acojonante que este mismo personaje (Rato) haya sido simultáneamente un
adalid de las tesis ultraliberales y un presunto corrupto a gran escala.
Y da risa escuchar la tesis del PP, según la cual el Rodrigo
vicepresidente y ministro está libre de pecado aunque el Rodrigo privado
pueda ser un perfecto sinvergüenza. Claro, claro... ¿Pero cómo podemos
admitir que quienes nos han sermoneado por gastar lo que no tenemos,
quienes exigen reformas que deroguen los derechos laborales más
básicos, quienes, en fin, reclaman una economía desregulada y abierta a
todo, se revelen luego como auténticos timadores? ¿Es normal que
sucesivos directores del FMI, encausados uno tras otro por diferentes
motivos, actuasen y actúen como alta autoridad financiera, capaz de
intimidar a los pueblos y de decidir su ruina?
No son expertos, no son gestores cualificados, no son los administradores del sentido común económico... Solo son ladrones. A la cárcel con ellos.
JLT 18/04/2015
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