Resulta difícil imaginar cómo llevarán a cabo su campaña PP, PSOE y
PAR en los espacios más poblados; o sea, en las capitales y localidades
mayores. Digo esto porque, después de los juegos florales de estos días,
con unos y otros enredados en el y tú más, con el asunto de los
EREs andaluces reventándole al PSOE sin remedio y el PP enfangado de
punta a cabo en esa esperpéntica orgía de fraudes, cajas B y aseorías verbales, los dos grandes
van a tener muy jodido eso de salir a la calle a convencer al personal
de lo majos que son. El PAR, por su parte, tampoco está para montar
shows en las plazas. Y no quiero decir con esto que la buena gente vaya a
replicar con escraches o cosa similar a la presencia de candidatos y
pregoneros en las aceras. No. Me refiero más bien (aunque en esta España
desvalijada tampoco conviene suponer que todo el mundo se comportará
cortesmente) a la imposibilidad de que los sistémicos puedan
ofrecer propuestas y difundir promesas sin chocar con el escepticismo
rampante de una ciudadanía saturada, hastiada y descreída.
En
esta campaña los partidos tradicionales van a funcionar en circuito
cerrado. Actuarán ante su público habitual y para captar al resto de los
electores (no pocos de los cuales acabarán dándoles su apoyo por miedo,
hábito o la simple ley de la gravedad política) tendrán que confiar en
la publicidad, los medios (sobre todo los audiovisuales) y el hipotético
desprestigio del coco Podemos. Eso y que Ciudadanos cuaje como
la muleta necesaria para que el PP (e incluso el PSOE, si cuadrasen los
números) pueda seguir en la carrera, aunque sea renqueando.
Habrán de contar, éstos que digo, con la fatalidad, la creciente
sensación de que no es posible salirse del guión dictado por los poderes
financieros (y otros poderes más cercanos y familiares)... además del influjo venezolano, las estupideces que tenga a bien regalarles Maduro
y la advertencia de moda: ojo con lo que hacéis, díscolos votantes, que
más vale malo conocido que bueno por conocer. Esto en la cita de mayo,
que en la de noviembre no quiero ni imaginarme cómo estará el patio. Muy
interesante, oye.
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