En los partidos, las grandes compañías o los medios, profetas electorales auscultan encuestas y trackings
para determinar quién, cómo y por cuánto ganará (o perderá) estas
elecciones. No crean ustedes que les basta con mirar los resultados de
los sondeos, una vez guisados en la cocina (casi siempre interesada) de
los chefs demoscópicos. No. También estudian perfiles de los votantes,
filias, fobias, grupos de edad, impacto de las marcas... Todo con el
superior objetivo de adivinar qué lleva el personal en la cabeza y cómo
camelarlo. Por lo que sé, en el PP están moderadamente animados (se
darían con un canto en los dientes si llegasen al 30%), en Unidos
Podemos también se dejan ganar por el optimismo habitual, en el PSOE
andan agobiadísimos (si los alternativos les sorpassean más de
tres puntos porcentuales en sufragios, fácil será que les ganen también
en número de diputados) y Ciudadanos va y viene de la derecha al centro
(pasando por Caracas, ya saben), intentado rascar voluntades en un
espacio político que ha pasado a estar disputadísimo.
De lo que
pase o deje de pasar no dependerá sólo el futuro Gobierno central, sino
la evolución del complejo juego de alianzas explícitas o implícitas que
han permitido organizar, mal que bien, la gestión de comunidades
autónomas y ayuntamientos. A su vez, dichas instituciones son objeto de
un constante zarandeo, convertidas en un escenario más de esta campaña
interminable, inaudita, tramposa y repleta ya golpes bajos y operaciones encubiertas.
La deslealtad entre responsables de las diferentes administraciones, el
uso de las mismas con los más míseros fines partidistas y la
utilización indisimulada de la bronca y todos los trucos de la llamada comunicación política están a la orden del día.
En el colmo de los colmos, el argumentario más radicalizador
ha dejado de ser patrimonio exclusivo de Podemos. De repente, los
demás, arrastrados por un incontenible ardor guerrero, se han tirado al
monte, excitando miedos, revelando horrendas amenazas y sacándolo todo
de quicio. Mientras, Pablo Iglesias va por ahí de lo más modoso y realista. Alucina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario