Cuando íbamos cuesta abajo, lanzados como cohetes (de verbena), era común escuchar a quienes se iban a pegar algún homenaje...
--España no se lo puede permitir, pero yo sí. ¡Tira millas!
Ahora, si tenemos en cuenta las estupendas previsiones del Gobierno en
funciones y los datos que nos prodigan las fuentes oficiales, España (el
Reino de España, la España de marca, la que maneja pasta y hace
negocios off-shore) sí podrá permitirse tirar la casa por la
ventana, pero nosotros (los mindundis) no. El mensaje implícito (incluso
explícito) es simple: en poco tiempo más (si siguen las reformas y no
decae el bendito Ejecutivo que las aplica sin titubeos) recuperaremos la
renta de antes de la llamada crisis, se crearán no sé cuantísimos
puestos de trabajo, seremos el país de Europa con mayores índices de
crecimiento, el PIB irá como un tiro y comeremos perdices, angulas y
caviar. No todos, claro. Es más, la mayoría no podrá permitírselo, pero
la estadística nos ofrecerá la brillante imagen de un nuevo milagro
económico a golpe de turismo, plantas de montaje de las multinacionales,
exportaciones de bienes y servicios... y su miajita de evasión fiscal.
Esto va a ser la mundial en maserati. Ya lo verán
A la gente del común tal vez le asuste comprobar que la retracción
salarial en la empresa privada (y de forma colateral, aunque no tan
tremenda, en el sector público) le ha de impedir la más mínima alegría,
que la deuda de las administraciones no deja de aumentar o que en un par
de años, como mucho, ya no habrá hucha de las pensiones y esto se puede
poner requetefeo. Pero al mismo tiempo la España oficial estará como
nunca, henchida de gozo, presumiendo por el mundo y regodeándose en la
macroeconomía. Salvo que al votante se le vaya la olla el 26-J y elija
lo que no debe, que entonces los señores de la Troika nos aplicarán (por
nuestro bien) un baño de realidad frío como el hielo.
Hasta hoy la coartada de la crisis justificaba la devaluación interna a escala nacional. Pero pronto viviremos la experiencia de ser pobres en un país rico. ¡Qué cosa, qué emoción!
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