El titular del Juzgado de Instrucción Número 1 de Zaragoza dictaminó
que el contrato para pagarle a TUZSA-AUZSA 2.100.00 euros a cargo del
contribuyente capitalino fue una acción oscura, pero no ilegal.
Esta salida me ha encantado. Porque la vulneración de la ley es algo que
se suele zanjar mediante sentencias drásticas carentes casi siempre de
matices, pero la oscuridad es un concepto más rico, misterioso y
sugerente. Que el ayuntamiento reconociera aquella obligación con la
empresa de los buses tan alegremente y la misma semana en que tocaba
relevar el equipo de gobierno (tras la derrota electoral del PSOE) puede
resultar sospechoso, feo y perjudicial para el interés común... Sin
embargo la hábil cirugía jurídica (y los informes del letrado y
funcionario Luis García Mercadal, que ejerció de niño en el bautizo y de muerto en el entierro) ha sido capaz de descartar el delito de prevaricación.
Oscuro como la noche brumosa, como la Edad Oscura, como el reinado de Witiza, como los negocios familiares del expresident Pujol, el ministro Soria o el comisario Arias Cañete,
como el humo venenoso, como el misterio de esos ojos que nos miran,
oscuros, desde el impenetrable rincón del más oscuro bar... Oscuro, en
fin, como esta España nuestra, donde los defraudadores de nivel
lograron una amnistía al 3%, merced a la cual las señoras de los
ministros que aprobaron la jugada (y otros veinte mil patriotas más)
trajeron su pasta desde el paraíso.
El actual alcalde de Zaragoza, Pedro Santisteve,
camina entre la oscuridad que le dejaron en la Casa Consistorial,
alumbrándose con la escasa luz de una humilde vela. Y allí donde la
vacilante llamita arroja un efímero destello, sea sobre Ecociudad,
Desarrollo Expo o lo que fuere, le parece ver sombras e inquietantes
figuras que se deslizan rápidas hacia lo más negro. No debería
agobiarse. Así están los demás españoles. Atisbando desde su absoluta
claridad de ciudadanos transparentes, el oscuro horizonte de las élites
que evaden, escamotean, especulan y caminan por lo más sombrío de la
vida (y que me perdone Lou Reed). Aunque, eso sí, dentro de la legalidad.
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