El gurú económico de Ciudadanos, Luis Garicano, como otros
presuntos expertos, relaciona la incapacidad de España a la hora de
armar un modelo competitivo... con el supuesto fracaso de nuestro
sistema educativo. Es la escuela y la universidad, se dice, la cazuela
donde se cuecen la ineficacia, la falta de iniciativa y, por lo visto,
el escaso conocimiento y la nula creatividad de nuestros jóvenes,
incluso de los que exhiben un título superior.
No estoy de
acuerdo. La realidad desmiente a diario ese empeño en minusvalorar la
formación de millones de españoles (especialmente los menores de 30
años). Nuestros estudiantes y posgraduados que salen al resto de Europa
(como erasmus, como doctorandos o como profesionales en busca de
una oportunidad) dan un buen nivel, suelen estar bien valorados y en no
pocas ocasiones triunfan en toda regla. Cada vez más compatriotas,
formados en centros públicos, aparecen como referentes de la alta
investigación en institutos y empresas extranjeros. Aquí apenas hubiesen
tenido alguna oportunidad marginal. Exportamos talento mientras nos
debatimos en el cepo de la paradoja: las generaciones mejor preparadas
de la historia de España tienen que emigrar o acabar sirviendo sangría
en un chiringuito playero.
El problema no radica en la formación,
sino en la ausencia de un tejido empresarial capaz de utilizar a los
mejor preparados. ¿Para qué nos hacen falta científicos, tecnólogos y
analistas altamente especializados, si la industria solo necesita mano
de obra extensiva cuyos bajos sueldos enmascaren una no menos baja
productividad? Los trabajadores españoles no lo hacen nada mal cuando
montan coches para las multinacionales, se desenvuelven en ámbitos
productivos avanzados o directamente se buscan la vida por el ancho
mundo. Pero este es un país que no fue capaz (salvo alguna excepción
periférica) de participar en las sucesivas revoluciones
científico-técnicas. Nuestras empresas, en general, no impulsan la
investigación avanzada ni necesitan personal altamente cualificado. Ahí
está el problema, no en la educación.
JLT 16/05/2016
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